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FALSAS CREENCIAS CON NIÑOS Y NIÑAS

“No entendemos por qué tiene celos de los hermanos, porque los tratamos igual”

Los celos tienen un valor adaptativo: son un sistema de regulación de niños y niñas para afrontar una nueva situación, como el nacimiento de una hermana o de un hermano. Si permito que el hijo/a los exprese y le ofrezco escucha y contención, veremos cómo los celos irán desapareciendo.

Si no nos gusta ver los celos que sienten los hijos/as y los intentamos reprimir, o castigamos cuando una niña o un niño siente celos, este sentimiento, crecerá o se expresará de otras formas poco saludables.

“No debemos enfadarnos” Rabia y rabietas.

Vivimos el enfado, la rabia y la ira, como emociones negativas, están mal vistas. Enfadarse es saludable. Quiere decir que tengo buena conexión conmigo mismo/a y que activo un mecanismo de defensa frente a lo que me disgusta, desagrada, me molesta.

La ira es una emoción tan válida como la alegría. El aprendizaje es poder expresarla de forma saludable, sin hacernos daño a nosotros ni a los demás ni al entorno.

La energía agresiva me sirve para construir el sentido de mí mismo/a y para realizar acciones que me permiten sentir bien.

Si no expreso mi rabia, puedo empezar a sentir dolor de estómago, sentirme triste, y la relación con el otro se teñirá de un telón oscuro. Pulso los dientes, los labios, las entrañas, en el intento de esconder el sentimiento. Quizá por miedo a no agradar al otro, por miedo a mi reacción (quizás tengo tanta rabia acumulada que tengo la fantasía que, si me doy permiso para sacarla, sería capaz de actos terribles).

Además, la rabia va ligada a la tristeza. A veces nos podemos sentir tristes, y si nos conectamos con la rabia que hay escondida detrás, la tristeza cederá. Y al revés.

Te invitamos a sentir la rabia en ti misma y escuchar la rabia del otro y de los niños, niñas y adolescentes.

Cuando un niño o niña hace una “pataleta”, está expresando su enojo. En lugar de pasarlo mal y castigar, ayúdale a poner palabras a su emoción (“Entiendo que estás enojado porque hoy no te he comprado cromos”) y después pone el límite (“Papá no te puede comprar cromos cada día, te compra los viernes”).

“No pasa nada”

A menudo, cuando los niños lloran, caen y se hacen daño, o se disgustan, les decimos: “no pasa nada”, con un intento de calmarlos.

Siempre ocurre algo. Y entonces el niño siente una gran contradicción: me he hecho daño, estoy enfadado, estoy triste, y me dicen: ¡¿no pasa nada?!

Proponemos alternativas: “Uix, has caído, te duele la rodilla, ¿verdad? No te preocupes, ahora lo curamos y en un rato ya no te hará tanto daño.” Permiten acoger la emoción, y poner palabras a lo que está ocurriendo: reflejar la emoción, describir el suceso. Los niños, rápidamente identificarán si lo que decimos le encaja con lo que le ocurre, y podrá expresar su malestar, disgusto o conflicto.

Esto enriquece a los pequeños, a nosotros y fortalece la relación.

“Me provoca tirando las cosas al suelo una y otra vez”

Entre los 4 y los 7 meses, los bebés desarrollan el sentido de permanencia del objeto, aprendiendo que las cosas y personas siguen existiendo, aunque ellos no los vean. Es en este momento que comienzan el juego de “arrojar” los objetos al suelo desde el trono, sillita, mesa… Una y otra vez, esperando que el adulto le recoja.

¡Te invitamos a jugar al juego!