“Lo más fácil es no hacer nada.” Es la conclusión a la que había llegado mi paciente incapaz de tomar una importante decisión vital, y seguramente tenía toda la razón del mundo al formular estas palabras. ¿Por qué deberíamos comprometernos si esto implica riesgos y responsabilidades cuando podemos quedarnos de brazos cruzados?
Es una decisión económica:
La sociedad del bienestar y el algodón nos ampara y difícilmente habrá consecuencias catastróficas ante la falta de compromiso. Esto implica que a la hora de realizar balance, el peso de tomar decisiones no compensa los posibles riesgos de no hacerlo. Los esfuerzos no compensan los resultados.
Si pierdo el trabajo, el estado debe ocuparse de buscarme alternativas. Si suspendo los exámenes, habrá recuperaciones. Si no encuentro pareja, puedo vivir con mis padres…
Por tanto, si independientemente de lo que hacemos, los resultados son buenos, no es necesario esforzarse ni invertir en tomar decisiones.
Comprometerse es perder libertad:
Existen muchas alternativas y en un mundo intercomunicado somos más conscientes que nunca de todas las opciones que perdemos cuando nos comprometemos con una única elección. El coste de oportunidad:
Si elijo ir a la montaña, estoy perdiendo la oportunidad de estar en cualquier otro lugar que no sea la montaña. Si elijo casarme contigo, pierdo la posibilidad de hacerlo con el resto de personas que pueblan el planeta.
Esta sensación de cerrarse puertas hace que nos aferremos a la indecisión y no queramos comprometernos.
Rechazamos la responsabilidad:
Si todo falla, al menos no será culpa mía. Éste podría ser el pensamiento que hay detrás de las personalidades evitativas. Equivocarse nos da miedo a todos y si no tomamos decisiones y no nos comprometemos, seguro que tampoco la pifiamos.
En el momento que no tomamos decisiones, las consecuencias negativas que podemos vivir, serán resultado de la suerte, el azar o el destino, pero al menos no cargaremos con el peso de la responsabilidad ni el remordimiento que pueda causarnos haber apostado por el caballo perdedor.
Más de uno se ha equivocado, por miedo a equivocarse
Gotthold Ephraim Lessing – dramaturgo alemán
La conclusión es que a pesar de entender perfectamente ese miedo al compromiso y todas las variables que la sociedad líquida de la inmediatez y la comunicación promueven, sigo plenamente convencido de que sin compromiso, no hay madurez.
- Son las decisiones importantes, en ocasiones los errores, y los grandes compromisos los que nos permiten aprender y crecer a nivel personal.
- Que sea económico no significa que nos haga ricos: Para vivir no es necesario tomar grandes decisiones, pero para conseguir los objetivos que uno se propone y autorrealizarse, sí.
- Y si la sensación de libertad nos priva de tomar decisiones, ¿somos realmente libres? Yo creo que es más libre el que se atreve y elige, que quien tiene todas las puertas abiertas pero nunca las traspasa.
Por tanto queda a elección de cada uno optar por el camino fácil de Peter Pan, o madurar y comprometerse con todas las consecuencias que ello conlleva.
Escrito por: Esteve Planadecursach
Psicólogo col. nº. 21.691