En el momento actual, con un gran reto con el medio ambiente y por eso con nosotros mismos/as, leyendo sobre el amor encuentro la siguiente afirmación de la bióloga Lynn Margulis: la cooperación y no la competencia ha sido la responsable de la evolución. En los orígenes de la vida las bacterias se traspasaban genes para sobrevivir en el medio hostil. Es decir que para sobrevivir era necesario cooperar.
Ligado con esto, según el biólogo y filósofo Humberto Maturana, los humanos somos fruto de la cooperación y solidaridad para la conservación y no de la lucha para la supervivencia.
Si pensamos en las relaciones afectivas, en el amor, para que estos lazos sean fuertes y sanos necesitamos empatizar, escuchar y ver al otro y viceversa. Según Maturana, amar, el placer de estar juntos es lo que fundamenta la supervivencia del individuo y de la especie. Cooperar implica sentirse parte de un grupo (familia, amistades, trabajo, ocio…), cubrir la necesidad de reconocimiento y sentir que tenemos presencia, somos vistos/as y escuchados/as. El placer de ser tenidos en cuenta por los demás da buena parte del sentido a nuestra vida. Estamos hablando de la necesidad de pertenencia y reconocimiento.
Uno de los malestares de la sociedad actual va ligado al valor de la competencia que nos aporta más soledad que reconocimiento y amor. Por eso, tanto en el mundo personal como en el laboral y social es importante que nos procuremos relaciones y espacios donde ser vistos/as, queridos/as y reconocidos/as (en lugar de negados). Un ejemplo: una empresa funcionará mejor si además de una buena tecnología cuenta con un buen equipo que coopera: tomará las mejores decisiones.
Siguiendo con el pensamiento de Maturana, él opina que la necesidad de reconocimiento es ancestral y es la que ha hecho posible el origen de la especie y el motor que nos hace sentir vivos y vivas. La necesidad de sentirnos queridos es un mandato biológico. Y con estos ingredientes, donde nos sentimos que formamos parte, porque tenemos un buen lugar reconocido es donde podemos ser creativos/as, productivos/as y donde podemos convivir con satisfacción.
Para poder ser reconocidos primero debemos reconocernos nosotros mismos/as y reconocer al otro. Es decir, que de nada sirve esperar a que nos reconozcan si nosotros no nos conocemos y aceptamos con nuestras virtudes y limitaciones. Y también es necesario saber reconocer a los demás y aceptarlos con lo que nos gusta y nos desagrada. Reconocer y reconocernos da paso a sentirnos reconocidos y reconocidos. La saludable espiral de dar y recibir.
Nos podemos preguntar con qué personas nos sentimos reconocidos/as y dónde, en qué espacios de nuestra vida nos sentimos reconocidos/as. También podemos preguntarnos a qué personas reconocemos en nuestra vida y en qué espacios ofrecemos nuestra presencia, implicación y responsabilidad.
Pensar que cuando nos sentimos reconocidos y reconocidas podemos cooperar y eso nos acerca amorosamente a los demás: si ante el conflicto puedo analizar mi punto de vista, relativizarlo y puedo ponerme en el sitio del otro (empatía), estaré aprendiendo y siendo cooperativo/va en lugar de competitivo/a.
Los tiempos presentes nos invitan a trabajar para la conciencia y el deseo en la cooperación con uno/a mismo/a, los y las demás y el medio ambiente: ¡escuchar, respetar y cuidar!
Almudena Muñoz, psicóloga infanto-juvenil