Las revistas del quiosco me dan los 10 trucos para ser más sexy, pero si llevo una falda demasiado corta o una camiseta demasiado apretada rápidamente se me calificará con etiquetas poco agradables. Puedo ser sexy por carnaval, pero no por navidad. Sí con los amigos, pero no con la familia; en la discoteca, pero no en la escuela, puedo utilizarlo para conseguir pareja, pero no para encontrar trabajo… Y el paradigma es que con todas estas normas no escritas y evidentes contradicciones, todavía esperamos poder desarrollar una identidad sexual sana y sin complejos.
Pero a todo esto… ¿qué significa ser sexy?
Dicen que sobre todo es una actitud: tener una buena autoestima y confianza en uno mismo.
Pero sabemos que es mucho más que eso. La belleza y el atractivo físico son componentes directamente relacionados con este adjetivo. De hecho, existen estudios en neurociencia que defienden la existencia de patrones de belleza universales, aquellos que tienen que ver con la biología, la buena salud o una mejor calidad genética como la simetría de las facciones, un buen color de piel, dientes sanos, etc.
No debemos olvidar aun así que existe un enorme componente cultural y subjetivo en lo que identificamos atractivo. Un ejemplo reciente lo encontramos en la sapiosexualidad: la atracción sexual por la inteligencia. De hecho, casi todo lo que podemos imaginar y valorar es susceptible de ser sexy. Ser carismático puede ser sexy, pero ser enigmático también, tener sentido del humor, ser sensible y comprensivo, seductor, estimulante, musculoso, femenino, divertido…
Es precisamente en este aspecto sociocultural donde se generan las contradicciones, porque lo que puede ser sexy para mí, quizás no lo sea por ti. Y porque en una sociedad hipersexualizada en la que se utiliza el sexo para vender, y llamar la atención sobre cualquier cosa; a su vez se mantienen los estereotipos tradicionales que lo consideran un aspecto privado que comporta riesgos para la vida y la salud. Una reflexión que debería ponerse en duda, porque…
¿Hay algo realmente perjudicial o antiética de ser sexy?
Está claro que todos los extremos pican, y el “sexy” también puede tener una cara oculta: anabolizantes, operaciones estéticas con peligros innecesarios, trastornos alimentarios y de la imagen, frustración y estrés debidos a la excesiva auto-exigencia…
Por tanto, queda a juicio de cada uno valorar cómo vivir la propia sexualidad según los valores individuales y darse o no permiso para ser sexy, pero sin dudas ni hipocresía.
Escrito por: Esteve Planadecursach
Psicólogo col. nº. 21.691