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ES POSIBLE CAMBIAR LA FORMA DE SER

Muchas personas llegan a la consulta porque hay elementos en su manera de ser que no les gustan, no quieren ser tan tímidas, tan ansiosas, tan irritables o tan pesimistas, por ejemplo. Y preguntan al profesional si este estado o rasgo de su personalidad es susceptible a ser cambiado, muchas veces con la idea o creencia que la personalidad es algo inmutable, rígido y permanente. Durante muchos años la psicología ha mantenido también este concepto, y en los estudios evolutivos se reflejaba la concepción que los seres humanos desarrollaban su forma de ser y de estar hasta cierta edad, a partir de la cual se mantenía invariable.

Plasticidad cerebral

Las ultimas investigaciones sobre el cerebro demuestran su plasticidad, su capacidad de reorganización constante y sus esfuerzos para integrar la nueva información de la cual dispone. Podemos citar la investigación que, en 2003, el equipo de la universidad de Berkeley, liderado por doctor Sanjay Srivastava llevó a cabo con una muestra de más de 132.000 adultos entre los 21 y los 60 años. En esta investigación se comprobó que determinados factores como por ejemplo la responsabilidad, la extraversión, o lo neuroticismo, variaban en función de la edad, cuestionando los postulados que afirman que la personalidad es algo permanente. Los resultados sugieren que las tareas y situaciones a las cuales accedemos en determinadas edades ayudan a configurar y desarrollar determinados rasgos de nuestra manera de ser y relacionarnos.

Si hay un rasgo que es desadaptado, es decir, no es funcional para la situación en la cual el individuo está en aquel momento es momento de revisarlo. Nuestros rasgos son fruto del aprendizaje vital, sobre todo en la niñez. Por ejemplo, hay personas con rasgos narcisistas, porque en su infancia aprendieron a llamar la atención. Este comportamiento a la infancia puede estar bien, pero una persona adulta sabe que no es el centro de atención.

Pero, entonces ¿cómo se puede cambiar?

El cambio no significa únicamente reprimir el rasgo que nos hace sufrir, no es dejar de ser ansioso, tímido, irritable o pesimista.

Consiste a preguntarse en cómo me quiero construir, de qué manera quiero estar en el mundo y relacionarme con los demás.

Y después hay que pasar a la acción. Es decir, hace falta un compromiso con nuestra voluntad de cambio. ¿Qué pasos me llevarían a ser más tranquilo, abierto, amable u optimista? Cómo en todo nuevo aprendizaje, hay que practicar, practicar y practicar el nuevo hábito; la constancia, la perseverancia y la paciencia son nuestras aliadas en el camino de la transformación. Si, por ejemplo, imaginamos una persona que quiere desarrollar su optimismo, primero hay que conocer qué creencias sustentan su forma actual, por ejemplo, si esta persona considera que el optimismo es ingenuo y cree en el “piensa mal y acertarás”, le habrá que revisar estas creencias para poder darse permiso de explorar una respuesta diferente. Y tendrá que desarrollar acciones concretas ante los acontecimientos que vive. Continuando con el ejemplo del optimismo, esta persona puede preguntarse de forma sistemática y consciente, cuáles son los aspectos positivos de esta determinada situación. Esto requiere disciplina, y estar atento a cuando vuelve a surgir la mirada habitual, es decir, aquella especializada a descubrir los aspectos negativos de las situaciones. Puede fijarse en que hacen las personas que son más alegres o más positivas con su vida e imitarlas. La imitación es un mecanismo de aprendizaje muy importante. Puede también investigar que ha hecho esta persona cuando se ha mostrado más optimista y aplicarlo de forma intencionada. La intencionalidad en el aprendizaje es el fruto de la motivación por el cambio.

Hay gente que dice que quiere cambiar pero no puede. En esta situación, tenemos que entender cuáles son los beneficios secundarios de determinados rasgos, y también, de forma honesta, valorar qué hemos hecho para conseguir el cambio. Si convertimos nuestras quejas en problemas que podemos abordar, siempre encontraremos una alternativa.

Cambiar tendencias de personalidad, implica salir del lugar conocido, y explorar nuevas formas de vivir; salir de la comodidad y de la inercia del “yo soy así” para adentrarse en el incierto camino del “yo puedo ser así”.