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¿SE PUEDE CURAR LA ADICCIÓN AL SEXO?

“No es pobre quién tiene poco, sino el que mucho desea”

Séneca

Según la Real Academia de la Lengua Española, se entiende por adicción “un hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas o por la afición desmesurada de ciertos juegos“. Según la Enciclopédica Catalana, se define adicción como “dependencia psicológica y fisiológica habitual hacia el consumo de drogas creadoras de hábito y con fines no médicas, o hacia una práctica fuera del control voluntario“. Hay una serie de indicios que diferentes indicadores sociales, económicos y medio-ambientales muestran un cambio en la evolución histórica en el siglo XX. Uno de los más claros cambios está relacionado con las conductas adictivas, o mejor dicho, las adicciones sin sustancias (juego, comida, sexo, Internet, compras, trabajo, etc.).

Este tipo de adicciones tienen en común los siguientes componentes:

  • Pérdida de control con una consiguiente pérdida de libertad
  • Dependencia que se añade con el síndrome de abstinencia

¿A partir de cuando se considera un consumo adictivo? Una de las cuestiones más complejas es diferenciar la conducta saludable de la patológica. Todas las conductas potencialmente adictivas empiezan a ser controladas por reforzadores positivos (placer de la conducta); pero, acaban siéndolo por reforzadores negativos (alivio del malestar interno). Cuando una persona muestra una capacidad de tolerancia cada vez menor ante las frustraciones cotidianas y ante aquellas emociones que le producen sensaciones desagradables, el comportamiento adictivo se convierte en la única vía para hacer frente al estrés y la ansiedad.

Lo que caracteriza una adicción no es el tipo de conducta implicada, sino el tipo de relación que la persona establece con ella (Echeburúa y Corral, 1994)

Existen unos factores de vulnerabilidad que hacen que unas personas tengan más probabilidad de ser adictas que otras. No tenemos que olvidar que todos llevamos a cabo las conductas que pueden producir adicción (comida, tener relaciones sexuales, conectarse a Internet, trabajar, etc). Los factores que predisponen a sufrir una adicción son los siguientes:

  • Impulsividad
  • Estado emocional de disforia (oscilaciones frecuentes del humor)
  • Intolerancia a estímulos desagradables físicos (dolor, insomnio, cansancio, etc.) y psíquicos (obligaciones, preocupaciones, etc.)
  • Investigación exagerada de sensaciones (atracción miedo la novedad, miedo al aburrimiento y rutina)
  • Problemas de autoestima
  • Estilo de afrontamiento inadecuado ante las dificultades cotidianas
  • Miedo al abandono, soledad, intimidad y compromiso

Según Fenichel, toda toxicomanía sin droga es una tentativa de dominar la culpabilidad, la depresión o la angustia a través de la actividad.

La adicción al sexo no se caracteriza por la práctica de ciertas formas particulares de actividad sexual ni por el exceso de relaciones sexuales convencionales, sino por la incapacidad de controlar de forma adecuada la conducta sexual

Fue descrita por primera vez por el psicólogo americano Patrick Carnes en el 1983. Según Eli Coleman (1990), se trata de describir estos comportamientos como sintomáticos de compulsión sexual más que una adicción. La adicción al sexo, a diferencia de una sexualidad saludable, se caracteriza porque el objetivo de la conducta es más la reducción del malestar que la obtención de un placer. El sexo se convierte en un remedio para reducir la ansiedad y la actividad sexual se transforma en algo obsesivo (Mellody, 1997). El sexo se convierte en la única vía para conseguir una gratificación personal y afectiva (Alonso-Fernández, 1996). Las personas con problemas con el sexo pueden llegar a preferir la sexualidad anónima, que no produce ninguna emoción peligrosa a cualquier sexualidad que implicara un auténtico contacto humano.

Aunque no se conocen con detalle el origen de esta adicción, alguna de las hipótesis planteadas se encuentran en antecedentes en infancia o adolescencia (abusos/traumas sexuales, rechazo afectivo, etc.), situaciones actuales (carencia de satisfacción sexual o personal, soledad, vacío existencial, etc.) o personalidad de la persona (impulsividad, disforia, baja autoestima, etc.).

El abordaje psicoterapéutico empieza a partir del reconocimiento de la adicción sexual como un problema. Este es lo primero y más importante por y para superar la adicción. Del mismo modo que en las otras adicciones, hay una resistencia a reconocerla negando la enfermedad. Son las personas que están a su alrededor las primeras que se dan cuenta que hay un verdadero problema. Una crisis externa como, por ejemplo, una rotura en la pareja, una deuda económica o la pérdida de trabajo puede llevar a la persona a pedir tratamiento. Algunas de las estrategias terapéuticas para trabajar en las adicciones son las siguientes: creación de un nuevo estilo de vida, control y exposición de los estímulos, mayor tolerancia a la frustración, prevención de recaídas y grupos de apoyo, entre otros. También es necesario que el tratamiento se extienda a la pareja de la persona que sufre la adicción porque, en muchos casos, lo viven de manera personalizada y se sientan responsables por no ser suficientemente atractivos/ve, viéndose de esta forma muy afectada su autoestima.