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Y AHORA, QUE HAGO CONMIGO

Este año hemos vivido muchos cambios en distintas áreas de nuestra vida fruto de la aparición de un virus que ya conocemos con todas sus siglas. Hemos pasado del miedo al contagio en marzo a la rabia actual por todas las medidas que debemos adoptar para proteger nuestra salud y la de los demás. Ahora debemos estar en casa a las 22h y no podemos salir los fines de semana de nuestro municipio, así como hemos aprendido a convivir con una mascarilla en nuestro rostro que nos dificulta comunicarnos e, incluso, reconocernos por la calle.

Sabemos mucho de los aerosoles, de la distancia de seguridad y de la prueba PCR; sin embargo, no se nos habla demasiado de cómo nos está afectando a nivel emocional todo lo que estamos viviendo.

La preocupación por estar en contacto con una persona que ha dado positivo y confinarse en casa, el aislamiento social al que estamos sometidos/as, los problemas económicos derivados de negocios que no han levantado la persiana, trabajadores/as que están cobrando de un ERTE de forma irregular, el duelo complicado por haber perdido a un/a familiar sin poder despedirse o la incertidumbre del futuro que nos espera son algunos de los aspectos que deterioran nuestro bienestar psicológico y del que hay que hablar con claridad, rigurosidad y transparencia.

Estamos viviendo una realidad que no es fácil de manejar y los estudios preliminares realizados hasta ahora sólo hacen que confirmarlo. La tasa de los trastornos de ansiedad se ha multiplicado por cuatro, así como los trastornos depresivos triplicados. Aún no tenemos estadísticas sobre el número de suicidios porque sigue siendo un tema del que no se quiere hablar por miedo al mimetismo. El aumento de psicofármacos se ha disparado para conciliar el sueño y reducir los sentimientos de angustia. Todo esto sucede en un contexto social con otra prevalencia de problemas de salud mental.

¡No hay salud sin salud mental!

No podemos concebir la salud sin buena salud mental. Según una investigación reciente realizada en la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), el 46% de la población está en riesgo de sufrir sintomatología ansiógena que comporta deterioro cognitivo con dificultades de concentración, mayor irritabilidad, mayor dificultad en tomar decisiones y unas emociones que aparecen con mayor intensidad. En otro estudio sobre la salud de trabajadores/as realizado en diferentes universidades españolas durante los meses de abril y junio de 2020, se ha identificado que el 41,9% presenta síntomas de ansiedad y un 27,3% considera que su salud ha empeorado en las últimas semanas.

La pandemia nos ha regalado la oportunidad de visitar de forma virtual con la misma eficacia que una sesión presencial.

Desde el desconfinamiento, hemos notado que el número de consultas se ha duplicado en nuestro centro de forma directa o indirecta con lo que estamos viviendo, es decir, que no todos necesitan gestionar el miedo al contagio del virus. La salud mental está ocupando más importancia y mayor atención en la vida de las personas sea por dificultades de regulación emocional, situaciones traumáticas no resueltas, problemas de pareja, conflictos familiares que han salido a la luz, duelos no elaborados o disfunciones sexuales enterradas en el pasado.

¿A quién está afectando más?

  • Afecta más a mujeres que a hombres. La mayor carga de los cuidados de familiares e hijos/as, el reparto de las tareas domésticas de forma poco equitativa y las exigencias del teletrabajo son algunos de los factores que explican que las mujeres sientan que ha empeorado su vitalidad y energía. Las desigualdades de género y actitudes machistas siguen estando presentes en muchos de nuestros hogares.
  • Jóvenes de 18 a 25 años son el grupo de edad que presenta más síntomas de estrés fruto de la precariedad laboral, el aislamiento social, la ruptura de sus perspectivas de futuro y la renuncia a la libertad de vivir su juventud cómo les correspondería.
  • Profesionales sanitarios y sociales que han estado en contacto directo con el virus, familiares que no se han podido despedir de sus seres queridos, personas con un trastorno mental previo o las personas que han perdido su trabajo también son las personas a las que les está afectando más.

¿Qué hacer ante todo esto?

Después de todo lo que has leído en este artículo, quizás se ha activado tu malestar, te has sentido identificado/a experimentando alivio o quizás pensarás erróneamente que no podemos hacer nada para gestionar esta montaña rusa emocional. Si esta última creencia fuera cierta, nuestra labor profesional no tendría demasiado sentido. No quiero terminar sin darte 6 recursos que puedes incorporar hoy mismo en tu botiquín:

  • Diferenciar entre lo que puedo ocuparme y lo que puedo preocuparme. Cuando sólo me instalo en lo que no puedo cambiar y lo que no está en mis manos, entro en la preocupación despertando sentimientos de impotencia e inseguridad. Por eso, cabe preguntarme: ¿Qué puedo hacer? ¿Qué depende de mí?
  • Medir bien el nivel de información que quiero recibir todos los días por parte de los medios de comunicación. Estar infoxicado/a aumenta significativamente la prevalencia de síntomas de ansiedad y depresión. Por eso, es necesario medir de forma honesta cuál es el nivel de información que estás dispuesto/a a absorber.
  • Entender que el dolor es inevitable y que el sufrimiento es evitable. El dolor forma parte de la vida y luchar contra la realidad no es buena solución. Enfadarnos de forma excesiva, culpabilizarnos o resistir nos desgasta. Recuerda cada día que lo que persiste, resiste.
  • Coger perspectiva de lo que está pasando. Lo que sí sabemos es que la pandemia tiene fecha de caducidad, aunque no la sabemos hoy mismo. Pensar que esto nunca acabará es una trampa mental que hay que evitar. Pregúntate cada día ¿qué es lo que realmente importa la vida? ¿Cuáles son mis valores?
  • Compartir lo que estoy sintiendo con las personas que tengo a mi alrededor, sea de forma presencial o virtual. Poner nombre a tus emociones, expresarlas en voz alta, darles voz y pedir que alguien las escuche son estrategias saludables de regulación emocional.
  • Realizar a diario prácticas formales o informales de Mindfulness nos permite tomar conciencia de lo que estás sintiendo en el momento presente alejándote del pasado y del futuro incierto. Es un entrenamiento que permite acoger lo que estás experimentando, sea agradable o desagradable sin juzgarlo.

Deseo de corazón que estas palabras que acabas de leer se conviertan en un bálsamo por tu malestar. Confía en tus recursos personales y, en caso de que se agoten, no olvides que siempre los hay a tu alcance sea con ayuda profesional o con las personas que tienes más cerca.

Daniel Borrell Giró, psicólogo sanitario colegiado núm. 12.866

danielborrell@quantumpsicologia.com

Instagram @danielborrelgiro