Es normal preocuparse, forma parte de la naturaleza humana: familia, relaciones, dinero, salud, etc. Si no nos preocupáramos del coche que se salta el semáforo al otro lado de la carretera, nuestra vida podría estar en peligro. Así pues, la preocupación puede ser incluso adaptativa. ¿Pero qué pasa cuando traspasamos la no tan fina línea de lo adaptativo? ¿Cuándo todo nos preocupa? La política internacional, las miradas de la gente por la calle, la esperanza de vida, la contaminación, el sufrimiento animal… aparece la ansiedad.
Para vencer las preocupaciones o prevenirlas antes de que se conviertan en patológicas, propongo dos medidas que, si bien son de apariencia simple y escueta, pueden comportar una considerable lucha y dificultad.
1- Tomar conciencia de nuestro estado emocional.
Muchas veces al analizar nuestras preocupaciones, nos damos cuenta de que: Nos preocupamos por cosas que están fuera de nuestro alcance.
Esto lo veo especialmente en las madres de adolescentes. Les es difícil asumir que sus hijos comienzan a ser individuos independientes que toman sus propias decisiones, y por más que se preocupen y se desvivan por ellos, muchas veces esto no afectará de forma decisiva al resultado final. Las preocupaciones aquí giran en torno a situaciones fuera de su alcance: ¿probará las drogas? ¿Volverá tarde a casa? ¿Elegirá la carrera que espero? ¿Saldrá con la persona que le conviene?
Una vez hayamos detectado qué nos preocupa, cómo nos afecta y si esta preocupación es adaptativa o desmedida, bajo nuestro control o fuera, podremos pasar al siguiente paso.
2- Exponerse a la incertidumbre.
Las personas que viven estados de preocupación poco saludables tienen poca tolerancia a la incertidumbre. Esto se debe a que han realizado un largo aprendizaje (quizás de toda una vida) donde la mejor manera de sentirse tranquilos es minimizando al máximo las incertidumbres: teniéndolo todo bajo control.
Aunque en un primer momento parece que la preocupación desaparezca, paradójicamente lo que estamos haciendo al intentar controlarlo todo, es reforzar la creencia: Bienestar=Control y siguiendo la lógica matemática: Malestar=Incertidumbre. Una creencia altamente dañina teniendo en cuenta que vivimos en un mundo lleno de incertidumbres.
Por tanto, la recomendación para disminuir las preocupaciones es enfrentarse con las incertidumbres. Aceptándolas sin intentar dominarlas. Cuando nos damos cuenta de que podemos vivir situaciones inciertas y no salimos malparados, estamos creando el contra-aprendizaje que nos permitirá abandonar progresivamente los pensamientos desmesurados sobre el futuro que tanto nos castigan, y en consecuencia podremos vivir el presente con plenitud.
Esteve Planadecursach Soler, psicólogo colegiado nº 21.691