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TRAUMA Y SOLEDAD

La palabra trauma proviene de un concepto griego que significa “herida”.

Desde la psicología hay diferentes formas de ver y abordar los traumas. Participé en la conferencia: “Trauma con T mayúscula: cómo nos afecta y cómo lo abordamos”, por parte de un grupo de psicólogas/gos de la línea del psicoanálisis relacional en el Colegio de Psicólogos/as de Barcelona.

Desde el psicoanálisis relacional se pone la RELACIÓN en el centro de la sanación y del proceso de terapia. La mente no funciona aislada, sino que la mente está en interacción y la esencia del devenir humano es la relación y la confrontación.

Desde esta visión, Laura Molet (psicóloga clínica, autora del libro “El dolor es sordo”, EAE, 2018) exponía que el trauma es una experiencia de cariño insoportable, abrumadora, desorganizada. Y es más grave cuando el entorno no sintoniza con lo que ocurre, que el hecho en sí (¿podríamos pensar que el entorno también queda dolorido y no puede dar apoyo?). Y suele ocurrir que no hay apoyo social en las situaciones traumáticas y las respuestas adaptativas que la persona pone en marcha (huida, lucha o congelación) las pone en soledad.

El trauma se convierte en trauma porque se vive en soledad.

Es decir, que la clave para que se dé un trauma es que la persona se encuentre sola y sin el apoyo necesario para elaborar la situación. El trauma sería un sitio de ausencia, donde se da la presencia fantasmagórica de una ausencia. Se rompe la función de un escudo protector (materno). Con el trauma perdemos la capacidad de sentir y darnos seguridad, todo lo contrario de cuándo tenemos una relación basada en el apego seguro. Gracias a la psicoterapia podemos integrar la experiencia traumática que nos ha dejado disociados, con los recuerdos rotos y por eso tantas veces olvidados. También ayuda el apoyo social: las sociedades rurales sabían que el trauma debía ser primero asumido con rituales de grupo, nunca se dejaba a nadie solo con su desgracia. Al terminar el ritual colectivo, empezaba el duelo personal. Qué bonito.

Además de la vivencia en solitario, tenemos otras condiciones para que una situación se convierta en traumática:

  1. Es una situación de la que no podemos escapar.
  2. No tenemos los recursos para afrontarla.
  3. Fragmenta nuestros recuerdos de la situación concreta.
  4. No podemos convertir en neutros los recuerdos relacionados con la situación.

Según la visión más crítica de la psicología relacional, explica Giuseppe Laraspata (psicólogo clínico) el trauma en sí no existe como estímulo externo objetivo (esto puede generar mucha controversia), sino que es la dificultad de desarrollar la capacidad de recuperación, y la no elaboración de la situación lo que hace que se dé el trauma. Según esto, el bienestar no depende de quiénes somos, ni de nuestra historia, sino de la relación con la propia realidad. Define el trauma como una forma de defenderse de lo más doloroso de la vida y propone transformarlo mediante la creatividad en algo extraordinario. Opina que la cultura fatalista y victimizante hace que no aceptemos la misma historia y eso es lo que produce las patologías, no los hechos en sí. Resaltan que las personas no somos buenas ni malas, sino que somos holísticas (visión budista de la persona) y proponen una terapia basada en la confianza con las personas, en la integración de la propia historia y en la confianza con la realidad. En este sentido afirman que la felicidad no existe y el trauma tampoco. Creo que es una visión provocativa, y de la que me quedo con lo siguiente:

Hablar de trauma sirve de guía para ayudar en el tratamiento de la persona y no de etiqueta que deje a la persona pasiva, inmóvil, frente a la verbalización: he vivido un trauma.

En el ámbito neurobiológico existen estudios que afirman que ante la situación traumática se corta la conexión entre la amígdala y el hipocampo y esto produce que no podemos pensar, dar una solución o entender qué ocurre. Nos vendrán imágenes, tendremos recuerdos de ruidos, distintas sensaciones y experiencias que no podremos integrar. Antes pensábamos que el cerebro era adaptable hasta los 20 años. Ahora sabemos que el cerebro es moldeable toda la vida y que hay formas de sanar heridas profundas: la relación afectiva terapeuta-paciente es clave en la sanación. Con la relación establecida con el terapeuta nos animamos a expresar las emociones bloqueadas, dejamos las resistencias. Expresar las emociones nos carga de energía.

Hay quien dice que nacer es el primer trauma que tenemos las personas. Agradezco a la psicología que mira a las personas con amor, sea cual sea su historia.

Almudena Muñoz