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TE DOY MIS PALABRAS

Violeta se pasa el día limpiando la casa. Mañana, tarde y noche. Por la mañana saca todo el polvo, primero del comedor, la sala de estar y después de las habitaciones. Repasa cada uno de los rincones de las estanterías, las fotografías, las cajas de los recuerdos, los libros, la música. Se emociona al ver la fotografía de cuando tenía 15 años, todo el mundo por delante. Limpia con todas sus fuerzas intentando proteger a su familia y a sí misma.

Se sienta para tomar un café y un descanso y de repente se sorprende llorando de tristeza al ver aquellos sueños que ha dejado por el camino. Sale a la terraza y con el aire que le toca en la cara y el solecito se siente más tranquila. Respira hondo y se pone contenta por todo lo que ha conseguido, los sueños importantes que ha podido realizar, con esfuerzo y perseverancia, también con ayuda, lo ha ido consiguiendo y aprendiendo a disfrutar de la vida.

Mientras limpia la barandilla de la terraza y ve la ciudad, vuelve a tener miedo por si le pasa algo a alguien de su familia, de sus queridas amistades o a sí misma. Limpia fuerte.

Después le gusta barrer el polvo y las lágrimas caídas en el suelo y fregar todo el suelo de la casa imaginando una nueva oportunidad y sobre todo, que el virus que la tiene confinada en casa, a ella y al mundo entero, se ahoga y desaparece de todo el mundo con tanta agua y lejía. Limpiando cree que puede controlar y echar el miedo que le provoca la situación.

Al mediodía, mientras cocina, encuentra que lo de ser madre y estar en casa tantas horas y tantos días seguidos con la hija, el marido y consigo misma, a veces no es fácil. Las inquietudes que antes podía distraer yendo a pasear, al gimnasio, al trabajo, a comprar o hacer una cerveza con las amigas, se le presentan de forma más directa y cercana. Su parte oscura ha venido a visitarla de nuevo y ahora no tiene demasiada escapatoria.

A veces pierde la paciencia, no sabe cómo hacer el trabajo fuera de casa, el de casa y además atender, con tiempo y calma a la pequeña de la casa. Ah, y también, a veces, a las demandas o necesidades de la pareja. También quiere atender sus angustias y necesidades y las demandas del mundo externo, que sigue rodando, de algún modo. La familia de origen y las amistades. Y el país, y Europa y todo el planeta en general, si se pone a pensar no sabe dónde encontrar el hilo conductor de todo. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Se relaja pensando en que es una buena oportunidad para cuidarse y conocerse una vez más con la intensidad de una temporada en casa. Hará limpieza interior. Escucha el espacio interior. Revisará su esencia, su existencia actual y su relación con las personas importantes que le rodean. También reflexiona sobre sus prioridades y decide en qué orden atender a sus necesidades y familia, estos días.

Los primeros días del confinamiento se despertaba por las noches, con pesadillas e inquieta. Pensó que si no dormía bien le quedaría poca paciencia para la hija, para la pareja y para ella y eso aún le angustia más. Así que decidió poner orden a su malestar.

Cada mañana se despierta temprano para tener un rato para sí misma, a solas. Sin interrupciones como el móvil o las noticias. Desayuna con silencio y después realiza una pequeña meditación y unos ejercicios de movimiento para tonificar y estirar el cuerpo. Tiene poco tiempo, pero se lo plantea como espacio y momento sagrado para empezar bien el día.

Después dedica un tiempo a su trabajo que hace desde casa. Así cuando su hija se despierta le queda más espacio y paciencia para estar con ella sin tener la cabeza en las demás cosas. Desayunan juntas, charlando y medio jugando y después juegan un rato. Después toca preparar la comida.

En este momento tan especial que estamos viviendo de confinamiento y con pequeños y pequeñas en casa, necesitamos buscar un rato para estar con ellos y ellas bien presentes, con corazón y alma. Para darles espacio y tiempo a que puedan expresar cómo están en este momento tan novedoso y especial también para ellos y ellas. Y porque ya de por sí, los hijos nos necesitan a su lado bien conectados.

Nos habremos encontrado que cada niño y niña tiene su forma de adaptarse y funcionar en este momento. Quizás nos ha sorprendido la rapidez en que han entendido el mensaje de quedarse en casa. Quizás se muestren más silenciosos o ruidosos. Quizás los ojos se le ponen tristes a ratos. Quizás no quieren hablar por teléfono con sus amigos o familiares. Quizás están disfrutando dormir más horas y tener a los referentes más cerca, en una especie de “vacaciones en casa”. Quizás se despiertan más a medianoche. Quizás hacen regresiones. Lloran más a menudo y nos necesitan más presentes. Sea como sea que tu hijo o hija se esté comportando, acoge lo mejor que puedas sus emociones. E intenta reconducir con paciencia sus momentos de “rabietas”. Por ejemplo, si no quiere comer en una comida, intenta que pueda explicar por qué: si no tiene hambre, o está enfadado, o tiene miedo… Quizás también come de forma diferente estos días. Necesitamos tener más paciencia con nosotros mismos/as y con los más pequeños de la casa.

Para acoger sus emociones, es importante acoger las propias. Quizás nos podemos preguntar, ¿qué estoy sintiendo con el confinamiento? ¿Qué emoción me domina? ¿El miedo? ¿La rabia? ¿La tristeza? Y dentro de ese mar de emociones que puedo estar sintiendo, qué cosas si puedo hacer para sentirme bien con la situación. Brindarnos espacios para disfrutar solos y también encontrar espacios para disfrutar con las demás personas con las que convivimos.

Una vez estoy organizada con la nueva situación como adulta, y bien definidas las corresponsabilidades con la pareja y/o las personas adultas con las que convivimos, algunas estrategias que me pueden ir bien con los niños son:

  • Te doy mis palabras. Se trata de poder ayudar a los niños y niñas a expresar sus sentimientos. Por ejemplo si le decimos: “Imagino que a ratos, cuando salgo a comprar, tienes miedo de que coja el virus, en la calle. ¿Es así?” Verán cómo sabrán la respuesta. Y abrirá la puerta para que le expliquen cómo se sienten.
  • Escoger las palabras: preguntar a los niños y niñas cosas concretas como: ¿Cómo te sientes cuando quieres salir a la calle y no puedes…? ¿Cómo un terremoto o como un ángel? Poner polaridades y que puedan escoger una.
  • Momentos de descarga: para echar las tensiones y dejar espacio para el descanso: bailar, guerra de almohadas, saltar, correr… Pensamos que los niños y niñas necesitan mover el cuerpo, es su vehículo principal de expresión.

Además de hacer cosas, jugar, hacer pasteles, bailar, dibujar… la vibración y la energía con la que lo hacemos será un buen aspecto a cuidar estos días con los más pequeños. Por eso es importante cuidarnos a nosotros mismos/as. Y reaprender con ellos algo que de pequeños hacíamos seguramente mejor que ahora como adultos: los niños y niñas viven el presente y por eso saben estar a gusto con el AQUÍ Y EL AHORA. No están pensando en el pasado ni en el futuro. Juegan y lo hacen de una forma muy presente. Y nos piden que estemos con ellos y ellas, de la misma forma. Si nos distraemos, si mientras estamos con ellos y ellas nuestra cabeza está en otro lado, lo detectan rápidamente y nos devuelven al presente. Esto implica que nosotros podemos practicar también el ejercicio de hacer algo y suficiente, y hacerlo de verdad, disfrutando. En una especie de actitud meditativa, de atención plena. No es fácil de hacer y podemos intentarlo en pequeñas dosis.

Muchos mimos para todos y todas. Un fuerte abrazo.