TAN CERCA Y TAN LEJOS

¿Quién no recuerda la frase “Lejos… cerca…” que popularizaron los famosos habitantes de Barrio Sésamo? Dos palabras que nos ayudaron cuando éramos niños a diferenciar cuándo una persona estaba situada lejos y cuando estaba cerca. Aprendimos a utilizar estos dos términos en forma de binomio, pero ¿qué ocurre cuando estos dos adverbios se encuentran? Este recuerdo de mi infancia me ha transportado a otra realidad donde es posible estar cerca y lejos a la vez.

En nuestra ciudad, en el barrio en el que vivimos o en el entorno laboral, la diversidad cultural es más que una realidad. Personas que han venido de otras regiones, países, culturas y religiones forman parte de nuestro tejido social; pero ¿cómo nos relacionamos unos con otros en esta convivencia?

En muchas ocasiones, la cultura occidental se posiciona desde una mirada crítica puesto que tiende a juzgar los comportamientos y valores de otras culturas sin tener la empatía suficiente para entenderlo.

También existe la creencia de que la cultura occidental es mejor que el resto y que tiene la misión de ayudar al resto para que sigan el buen camino. Todas estas premisas nos permiten comprender cómo se cultivan los prejuicios que circulan en nuestro día a día sobre las personas que provienen de otras culturas y con las que convivimos. A partir de ahí, aparecen los prejuicios que se consideran actitudes hostiles y desconfiadas hacia una persona que pertenece a un colectivo y los estereotipos como las atribuciones generalizadas de determinadas características de algunos miembros en su conjunto. Estos estereotipos y prejuicios se convierten en rumores y se transmiten sin, en muchas ocasiones, haber tenido un contacto y una experiencia directa. Pues no es fácil detectarlos y cuestionarlos porque circulan muchos. Nadie está exento de haberse sentido discriminado por un prejuicio y/o estereotipo ya que los hay en todos los grupos seas hombre, mujer, gay, inmigrante, una persona mayor, independentista, policía, catalán, andaluz, unionista, pobre o adolescente.

El miedo a lo desconocido por el resto es uno de los principales motivos que explica la presencia de prejuicios en cualquier sociedad.

Por tanto, esto quiere decir que nadie está exento de tener prejuicios sea cual sea su origen cultural. El principal problema de esta realidad es la estigmatización de vecinos y vecinas, las conductas discriminatorias y, sobre todo, el odio hacia personas sólo por pertenecer a una religión, cultura o clase social.

Es muy curioso identificar cómo existen ciertos rumores que alimentan este tipo de actitudes como las ayudas sociales específicas a las personas inmigradas, el aumento de la delincuencia y la inseguridad ciudadana o el aumento de las listas de espera en las operaciones por la llegada de personas de contextos culturales diversos. Desgraciadamente, estos prejuicios se han multiplicado a raíz de los atentados en Catalunya durante el mes de agosto juzgando a las personas musulmanas como terroristas.

¿Te has parado alguna vez a pensar si has sido nunca víctima de un prejuicio?

¿No te has sentido nunca juzgado/a por pertenecer a un colectivo? Hay personas adolescentes que se sienten discriminadas en un supermercado por si robaban, a personas unionistas por ser defensores de la tauromaquia o a una persona gay por ser promiscua sexualmente. Esto significa que nos puede pasar a todos.

La diversidad cultural permite conocer otras culturas, lenguas y tradiciones, así como aumenta la natalidad en Cataluña puesto que, sin las personas provenientes de otras regiones, la población sería actualmente de 2,5 millones. Descubrir nuevas gastronomías y la creación de nuevos vínculos y amistades son otras de las aportaciones de la diversidad cultural. Las mejores herramientas para combatir los rumores es preguntar, tener sentido crítico, investigar, buscar otras fuentes para validar la información y cuestionar todo lo que nos dicen.

Daniel Borrell, psicólogo colegiado núm. 12.866

danielborrell@quantumpsicologia.com