La situación actual despierta sentimientos de ira e indefensión
Estos días estoy viendo mucha rabia desbordándose: la de aquellos que han perdido a un familiar y culpan a los médicos y políticos, los que no comparten las medidas del distanciamiento sociales, los que han perdido el trabajo y todos los que tendremos que apretar el cinturón.
No es malo ni raro sentir rabia
Hay muchos motivos para sentirse así, puesto que las injusticias y las amenazas, hoy se multiplican y las que ya existían se agravan por momentos. Una de las funciones de la ira es precisamente alertarnos ante estas circunstancias y por eso tiene sentido que aparezca. A continuación, la emoción genera una fuerza o energía para reaccionar y resolver esta situación.
El problema es que ahora se nos pide justamente lo contrario. Lo mejor que podemos hacer es contraintuitivo: no reaccionar. Quedarnos quietos en casa. Y éste no es el mecanismo habitual de la ira.
Las emociones no son malas, son necesarias y aparecen por alguna razón. Entender esto y darnos permiso para experimentar la ira nos permitirá dejar de luchar contra nosotros mismos.
Es importante entender de dónde proviene esta ira
No controlamos la aparición de las emociones que nos rodean, pero sí podemos encontrar los gatillos. Entender esta emoción nos permitirá relacionarnos de forma más calmada y adaptativa.
¿La ira que sentimos es una primera fase del duelo que nos está preparando para aceptar una pérdida? ¿Es una vía para gestionar el miedo que nos generan algunas incertidumbres? ¿Es un motor que nos anima a seguir luchando?
Sin estas respuestas corremos el riesgo de que la ira pierda el rumbo y acabar pagando con quien no lo merece (normalmente los más cercanos) las consecuencias de una respuesta emocional que no entendemos bien.
Hay que encontrar una forma sana de expresar estas emociones
Quedarnos pensando en pensamientos cíclicos o estancarse en la queja, son las mejores formas de intoxicarse y hacer que el globo se llene más de lo que puede aguantar.
Encontrar una manera sana y útil para ti de dar salida a esta emoción no es fácil, pero si te pones a pensar en ella, verás que hay un gran rango de alternativas: desde la actividad física (deporte-baile- trabajo), pasando por la expresión artística (escribir, pintar, cantar), o incluso el activismo social (impulsar alternativas constructivas, ayudar a los demás a través de tu experiencia, expresar tu opinión en medios públicos).
Gestionar la ira no significa reprimirla
Distraerse y buscar maneras de no pensar en ello pueden ser buenas estrategias puntuales para tomar perspectiva y calmar las aguas, pero tarde o temprano habrá que confrontar esta emoción si no queremos que aparezca por otro lado o siga envenenándonos en algún rincón escondido de nuestro psiquismo.
Si después de distraerte te sientes menos capaz de trabajar esta emoción: da más pereza, cuesta volver a conectar con ella o quizás tienes resaca y te sientes culpable por haber gastado demasiado dinero o está interfiriendo en otros ámbitos de tu vida… ya tienes un indicador de que estás aplicando una estrategia errónea y debes cambiar de rumbo.
Escrito por: Esteve Planadecursach Psicólogo col. nº. 21.691