QUÉ OPINAS DE TI MISMA

“Esta mañana me he levantado con una sensación de intranquilidad. He intentado averiguar de dónde provenía, sin conseguirlo. Una angustia difundida se ha ido apoderando de mí. ¿Cómo sería posible que él no se marchara, si yo no valgo la pena, soy tan insignificante que lo extraordinario es que durante un tiempo su atención reparara en mí. Le reclamé una explicación que no me dio, también en esto fui incapaz. Desde pequeña que sé que hay algo erróneo en mí como un defecto de fábrica. Escribo estas palabras en un papel porque me muero de vergüenza ante la remota posibilidad de contárselo a alguien, que me mire con lástima y me diga pobre Lidia. Veo a otras personas orgullosas de sus logros mientras yo me expreso el cerebro buscando los míos.”

“Ya lo decía yo, este proyecto estaba mal planteado desde el inicio, es que no tienen dos dedos de frente, suerte que estoy yo para solucionarlo, si no fuera por mí estarían con el agua al cuello. Con esa supervisora ​​que le dieron el título en una tómbola…no entiendo porqué no me escogieron a mí, soy el mejor y el más preparado con diferencia. En las reuniones de departamento debo imponer mi criterio, aunque se molesten, siempre se están quejando, de que si éstas no son maneras, de que si me he saltado a la supervisora ​​y he despreciado al equipo. Tan preocupados por las formas y tan poco por el fondo. Total, porque al no tener en cuenta mi propuesta fui directamente a presentarle a la gerente, otra que tela, seguro que es una “enchufada”. Sólo me miró y me dijo que su interlocutora era mi supervisora, pero, ¿es que no lo entiende?”

¿Te identificas con algunos de estos pensamientos de nuestros personajes?

Ambos son ejemplos de dificultades con la autoestima, ya sea por su déficit o por un exceso. La autoestima podemos definirla como la opinión que tenemos de nosotros mismos. Es un factor de protección para una buena salud mental, así como un recurso necesario para desarrollar nuestras tareas y responsabilidades. Ocuparnos de nuestra autoestima implica profundizar en nuestro conocimiento. La frase conócete a ti mismo/a estaba escrita en un templo de Apolo en Delfos y ha sido atribuida a diferentes filósofos griegos, entre ellos Sócrates. El autoconocimiento implica acercarnos a la totalidad de nuestro ser, también a esa parte que queda normalmente a la sombra de nuestra mirada, esa parte que no queremos reconocer como propia. Únicamente desde un conocimiento profundo podemos realizar una valoración de nuestras competencias, habilidades, aptitudes y también de los aspectos a mejorar. El autoconocimiento sirve también para comprender a los demás, ya que todos pertenecemos a la misma naturaleza, en el sentido de Terencio, que en una de sus obras un personaje dice: “Nada de lo humano me es ajeno”. Y todavía nos resuena esa frase en la actualidad.

¿Y qué hacemos con la parte de nosotros que no nos gusta?

Podemos ignorarla como hace el segundo personaje de la historia, que carece de autocrítica, porque aunque se encuentre tan magnífico, no soportaría descubrir un defecto en su imagen babilónica. O podemos quedarnos atrapados/das por ella, como le sucede a nuestra primera protagonista, que sólo ve que no es capaz o que no es merecedora de amor, o que no tiene valor. O bien, podemos aceptar a esta parte de nosotros que hemos decidido que no es buena o que no nos gusta.

Únicamente desde la aceptación y desde la integración como algo que nos conforma podemos mejorarlo, o disminuir su impacto negativo en nuestras vidas.

La autoestima es una de las necesidades descritas por Maslow en su famosa pirámide, en la que establece una jerarquía de necesidades humanas. En su pirámide, relaciona la autoestima con la confianza y el respeto a nuestro ser.

¿Cómo profundizar en la autoconfianza hacia la totalidad de nuestro ser? ¿De qué modo nos ganamos nuestro respeto?

Nuestra conducta, la forma en la que nos comportamos, será finalmente el indicador que utilizamos para “mejorar o empeorar” nuestra opinión sobre nosotros mismos.

La autoconfianza está vinculada a la credibilidad que tengo por mis propios ojos. Si me comprometo conmigo mismo/a a hacer o dejar de hacer algo y no sucede, evidentemente nuestra confianza quedará dañada. Por eso, fijarnos objetivos realistas y llevar a cabo acciones que nos acerquen a ellos es una de las mejores formas de mejorar nuestra propia reputación. Para conseguirlo, es necesario desarrollar nuevos hábitos, que permitan nuevos aprendizajes. Los hábitos son repeticiones de conductas, repetir una nueva conducta una y otra vez. Curiosamente, estas repeticiones dan lugar a nuevos hábitos, algo similar a la geometría de los fractales.

El respeto a uno mismo supone el reconocimiento de nuestros intereses y sentimientos, y sobre todo de nuestro valor. La propia existencia del ser, SER O NO SER, ésta es, como siempre, la cuestión.

Y tú, ¿qué opinas de ti mismo/a?