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PADRES Y MADRES EN LA ADOLESCENCIA

A menudo encontramos artículos, libros y materiales para comprender qué pasa en la adolescencia, pero rara vez encontramos literatura especializada sobre qué les ocurre a los padres y madres en esta etapa.

Los padres y madres también deben adaptarse a un nuevo momento

Cuando los hijos e hijas llegan a la adolescencia, los padres y madres también deben adaptarse a este nuevo momento del ciclo vital. Y a veces no resulta fácil para los progenitores, que pueden quedarse atrapados en el deseo de protección de la infancia o bien, ignorar las necesidades de acompañamiento que todavía están presentes. Ajustar la presencia de los adultos en este momento de cambio, implica aceptar que ya no son tan necesarios –crecer es irse separando del padre y la madre en las necesidades de dependencia– pero no pueden desaparecer porque no han llegado a una situación de autonomía. Así podemos decir que se inicia un baile, un movimiento entre la dependencia-independencia, en el que las negociaciones de cuánta dependencia o cuánta independencia se requiere son diarias.

A modo de ejemplo nos encontramos madres y padres que asumen aspectos de la vida de sus hijos e hijas que son responsabilidad de éstos, tales como realizar los trabajos del instituto para evitar que suspendan, o comprar las bebidas para que puedan hacer “el botellón”, o tomar decisiones que no les corresponden –porque los padres y madres saben lo que es lo mejor para sus hijos e hijas. O bien, dejan de poner límites en un momento que lo requiere -quieren ser amigos y amigas de sus hijos e hijas- o comparten información de su vida personal, como sus problemas o conflictos de pareja, esperando a cambio confidencias del otro.

Los sentimientos que despierta entre las madres y padres la adolescencia de sus hijos son también un cóctel. Tienen miedo a las consecuencias de sus actos y cómo pueden repercutir en su futuro, sienten rabia con frecuencia relacionada con el reparto de las actividades domésticas, sienten decepción porque el hijo o la hija no se ajusta a sus expectativas, sienten tristeza en relación a la pérdida de su papel primordial en la infancia de sus hijos e hijas, también alivio de eso mismo. ¿Qué hacer con todo esto? ¿Culpabilizar de nuestros sentimientos a los demás? ¿Dejarse llevar por las emociones? ¿Cómo lo gestionan los adultos?

La aceptación es la forma más elevada del amor

En la adolescencia se hace más evidente que las criaturas se han convertido en otro diferente, con su punto de vista, sus opiniones, su forma de ser y estar en el mundo, y quizá el trabajo más importante para los padres y madres es el de la aceptación. La aceptación es la mayor expresión del amor, y el camino más seguro para ayudarles a construir una sana autoestima. La aceptación no es resignarse desde la impotencia, sino acoger lo que el otro es en este momento. No es invadirlo con el propio deseo -de cómo debería ser, de cómo debería comportarse- desde la exigencia, sino acompañar cuando sea necesario, en los momentos que lo precisa, desde una presencia no invasiva y respetuosa, dejando que sea. Y al mismo tiempo todavía no son adultos y necesitan referentes. Además, no expresarán esta necesidad, no lo pedirán -como sí lo hacían en la infancia. Y para añadir complejidad, todo esto es dinámico y la respuesta de ayer no sirve para hoy. Las madres y padres deben dar más espacio, pero no todo el espacio. A veces los padres y madres presentan signos de cansancio en la educación y en la convivencia de sus hijos e hijas con deseo de claudicar de sus funciones. Es el indicador que señala el momento de pedir ayuda. También los padres y madres se desbordan emocionalmente con la adolescencia de sus hijos e hijas. Es la oportunidad de las personas adultas para regular sus emociones intensas.

Dejar de controlar, respetar su intimidad y al mismo tiempo estar pendientes de las señales de peligro, hacerse a un lado para que pueda seguir adelante, y no olvidar que lo más importante es lo que hacemos, que siempre son un modelo, aunque en ésta etapa sea para rechazarlo. Ellos y ellas se abren al mundo, de forma insegura, necesitan apoyo, ánimos, alentarse en sus retos, y contar con el lugar seguro de la estimación familiar.

Soledad Calle Fernández

Psicóloga General Sanitaria Col. Nº. 13.541

Tel. 639.366.105