Los adultos sentimos claramente que tenemos una identidad bien delimitada, que somos alguien individual diferenciado del resto. Pero no siempre lo hemos sentido así, de hecho, nuestra identidad se ha ido construyendo desde pequeños mediante la mirada de otros.
Hemos crecido bajo la mirada de los demás
Desde pequeños hemos ido formando una identidad con la que nos sentimos definidos. Lo hemos podido hacer gracias a que fuimos encontrando miradas que interactuaban con nosotros, que nos transmitían reconocimiento, algún tipo de reconocimiento. A veces eran miradas amables, a veces no…
Mientras íbamos creciendo encontrábamos miradas limpias, que nos hacían sentir acogidos, que nos transmitían que nos aceptaban tal y como éramos. Pero también hemos ido creciendo, encontrando miradas llenas de juicio y desaprobación que nos hacían sentir cuestionados, que nos hacían ir sintiendo que debíamos juzgarnos y censurarnos a nosotros mismos.
Es posible que en algunos casos incluso nos hayamos encontrado con miradas de rechazo, miradas que nos herían. Es difícil que no nos afectara puesto que es difícil no reaccionar ante una mirada. Tampoco nos ayudaría no encontrar ninguna mirada cuando la necesitábamos.
La realidad es que más bien hemos crecido bajo la expectativa de los demás, y hemos ido adaptándonos a lo que se esperaba de nosotros.
Con el paso de los años nos hemos acostumbrado a censurarnos de tal forma que no nos damos cuenta de que lo hacemos. Tanto es así que acabamos perdiendo de vista qué es lo que nos es propio a nosotros y lo que hemos adoptado como propio, perdiendo parte de nuestra autenticidad.
La sociedad
Si miramos a nuestro alrededor encontramos a una sociedad que en gran parte está llena de prejuicios y modelos a perseguir. De una forma más indirecta la sociedad también nos devuelve miradas de reprobación cuando no nos ajustamos a lo que se espera de nosotros.
Es una sociedad poco acostumbrada a hacer autocrítica y mucho a criticar a quien no se ajuste a ella. Buscando la adaptación social vamos construyendo formas de funcionar que buscan la aceptación social de los demás y nos salven de la reprobación y rechazo, aunque esto suponga entrar en nuestras contradicciones. Contradicciones que, poco a poco, también vamos aprendiendo a no sentir.
Aparentemente adaptados a los modelos sociales, se nos van difundiendo las líneas de lo que la sociedad quiere de nosotros y lo que realmente queremos nosotros. Así crecen las dudas sobre lo que realmente somos y nos vamos alejando de nosotros mismos.
Podemos ser más o menos conscientes de este gradual alejamiento, pero siempre nos irá bien mirarnos más a nosotros, a dirigir nuestra mirada hacia nosotros, hacia dentro. Podemos deshacer contradicciones y recuperar nuestra medio olvidada autenticidad.
También podemos reconsiderar las miradas que nos juzgan, que desaprueban lo que no se ajusta a los modelos preestablecidos. Podemos dejar de verlo y vivirlo como un verdadero peligro.
A veces cuesta encontrar una mirada limpia, que no juzgue. A veces nos olvidamos de que nosotros podemos ser esa mirada limpia que no juzga.
Sergi Palma
Psicólogo Col. Nº. 10621