Mi vida ha estado llena de desgracias,
la mayoría de los cuales nunca sucedieron
Miguel de Montaigne
Desde Descartes, en la filosofía moderna, la identidad se equipara con el pensamiento. Sartre, tres siglos después, se dio cuenta de que la conciencia que dice «existo» no es lo mismo que el pensamiento. Y en 1994, Antonio Damasio publicó el Error de Descartes, en la que cuestionaba la separación mente-cuerpo y daba evidencia de cómo las emociones y sensaciones están implicadas en acciones como la toma de decisiones.
Cuando somos conscientes de lo que estamos pensando, se hace evidente un tipo de conciencia que no es parte del pensamiento. Si no tuviéramos nada más que pensamientos no sabríamos que estamos pensando. ¿Quién observa el pensamiento? Una especie de conciencia contemplativa.
En Mindfulness podemos elegir diferentes objetos de atención: el pensamiento es uno de ellos
Una de las muchas prácticas de Atención Plena es observar los pensamientos como si fueran una película que se proyecta en nuestras mentes. Cuando observamos nuestros pensamientos, ¿qué sucede? Van y vienen, no son permanentes, se desvanecen como olas en la playa, y como el movimiento del mar, vuelve a formarse otro. ¿De dónde vienen estos pensamientos? ¿Soy yo el que piensa o es mi mente quien lo hace?
Sentada observo su mutabilidad, todo lo que tengo que hacer es observarlos y ver cómo suceden. No ignorarlos, porque sería contraproducente, los pensaría aún más. Y no desarrollarlos, no quedarme atascada. Solo eso, a ver cómo viene el pensamiento… y se va. Es tan simple y al mismo tiempo tan complicado. Cuando nos detenemos a observar un pensamiento, ¿qué sucede?
El sufrimiento que se origina con el propio pensamiento disminuye considerablemente si no nos identificamos con él: yo no soy ese pensamiento, este pensamiento es un producto de mi mente que mi conciencia contempla.
La práctica de Mindfulness permite esta desidentificación con el pensamiento. Como en muchas otras prácticas, la atención al pensamiento pronto será interrumpida por la distracción, nuestra mente irá a algún otro estímulo interno o externo, o se bronceará con el propio pensamiento. Esto no significa que «lo hacemos mal», sino que nuestra mente se divaga de una cosa a otra. Cuando nos damos cuenta de esta distracción, volvemos una y otra vez a la observación del pensamiento.
La mente no es algo separado del cuerpo
Puedo observar el tipo de pensamientos que aparecen: ¿son descriptivos? ¿Son imágenes? ¿Son recuerdos? ¿Son pensamientos para hacer planes? ¿Son juicios? ¿Son anticipaciones? ¿Son comparaciones?
¿Qué aparece en el contenido de los pensamientos que tu mente elabora? ¿Ideas, creencias, inquietudes? ¿Qué prevalece en tu pensamiento? ¿El deseo de experiencias agradables? ¿La evitación de experiencias desagradables?
De esta manera, podemos realizar la conexión de los pensamientos con las emociones y con las sensaciones físicas del cuerpo. ¿Cómo resuena este pensamiento en el cuerpo? ¿Qué sensaciones causa?
En muchos casos los pensamientos no están ligados a lo que estamos viviendo en su momento, son solo fantasías, pero la costumbre de identificarnos con el pensamiento nos hace confundirlos con la realidad, como si fueran un hecho indiscutible. Desapegarnos del pensamiento abre una nueva ventana que puede hacernos pensar mejor.
Soledad Calle Fernández
Psicóloga Col. Núm. 13.541