“Luna se siente sola cada tanto. Cuando le sucede se nota desconectada de las demás personas. Se desmotiva, se deja caer en el sofá, nada le interesa ni la saca de ese sentimiento conocido, un dolor en el pecho, un nudo en la garganta, una incomodidad en el corazón, por muchas amistades y familiares que la rodeen.
Intenta descifrar en qué momentos se sintió sola de pequeña. Se sintió sola en casa dentro de una familia numerosa. En la escuela, en el comedor. Recuerda sentir la soledad a través de su madre, al ir a comprar al supermercado. El día que iban al super, recuerda a su madre cargada no tanto por el carro lleno de comida, sinó por emociones que no le dejaban espacio para charlar o disfrutar de ese rato juntas. Ahí se sentía sola. Y una tristeza la acompañaba en el camino de vuelta a casa, con su madre, las dos en silencio, reprimiendo las ganas de llorar.
A veces, tratando de huir de la soledad se la encuentra de cara.
Esa tarde llovía, tenía trabajo por hacer en casa y así y todo le apetecía primero dar una vuelta, el run run de la soledad la inquietaba. Buscando sin saberlo esa amiga con la que charlar un rato, no supo medir bien su necesidad y acabó pasando un rato con unas conocidas. Se conectó de nuevo con su dificultad para sostener la soledad. Enfadada se fue a su casa y prometió estar atenta y cuidar su sentimiento de soledad.
Luna ya es grande y sigue aprendiendo a querer su soledad.
A ratos disfruta de quedarse sola en casa, de ir sola al cine, de tomarse con ella misma unas empanadas con vino rodeada de parejas, grupos de amigos, sin que le duela. Disfrutar con ella misma y sentir que se sostiene sola. No necesita andar siempre acompañada. Eso le da mucha fuerza y alegría.”
En teràpia aparecen sentimientos de soledad. Otras veces hablamos de qué nos permite sentirnos a gusto con nuestra soledad y qué a disgusto. Con quién nos sentimos acompañados/as, con quién nos gusta completar nuestra existencia solitaria y social por naturaleza.
Estamos solos/as en un nivel profundo y a la vez somos seres sociales que necesitamos de los vínculos para dar sentido a nuestra existencia.
Algunas personas expresan que necesitan estar solas, que les gusta estar solas. Otras personas expresan que éste fin de semana se han sentido solos/as. No han visto a nadie. Lamentan que nadie les haya invitado a salir. Tampoco han tenido la osadía de llamar a nadie. Hay personas que deciden refugiarse en su soledad, les cuesta más esfuerzo relacionarse, conectarse con los otros.
Podemos pensar en varios tipos de formas de relacionarnos con la soledad. Recuerda cómo eras de pequeño/a. ¿Recuerdas si te gustaba jugar solo/a o buscabas compañeros/as de juegos?
Violet Oaklander, psicóloga, en su libro “Ventanas a nuestros niños, terapia gestáltica para niños y adolescentes” (1988, Cuatro Vientos) habla de los orígenes de la soledad.
Podemos ser personas solitarias y que nos la ingeniamos para sentirnos cómodos, en una sana autoseguridad. De niños/as pasábamos largos ratos en nuestro mundo, dibujando, jugando a muñecas, leyendo, coleccionando cromos, viendo la tele… Igualmente, por muy solitarios que seamos, necesitaremos buscar momentos de relacionarnos con los otros/as.
Otras veces somos personas solitarias por miedo al rechazo de los demás. De pequeños/as ante ese miedo a no gustar, a no encajar, nos construimos una coraza que nos separaba de los demás. En éste caso, nos cuesta el contacto, la presentación con los pares. Necesitaremos un ambiente donde nos sintamos seguros/as y aceptados/as tal y como estamos, solitarios/as, para encontrar la energía para experimentar relacionarnos con otros por nuestra propia cuenta.
Cuando la soledad se debe a alguna dificultad en el contacto con los demás, puede que nos sintamos muy diferentes y por ello, aislados. Y quizá intentemos salir de esa soledad incómoda intentando parecernos, actuar como los demás, en un intento de sentirnos parecidos, pertenecientes a un grupo y por lo tanto, menos solos.
La autoidentidad se busca en relación a los otros, en general a un grupo, por la ansiada necesidad de pertenecer a una comunidad. Si soy una persona solitaria veré cómo me las apaño para abrirme a las relaciones.
En terapia trabajaremos el respeto por esa unicidad, atesorandola (tiene mucho valor reconocer que somos únicos, únicas) y desde ahí buscaremos de qué forma nos conectamos con los demás, lo más saludablemente posible. Investigaremos cómo nos relacionamos con las amistades, con los vínculos más íntimos, con la pareja, la familia. Puede que nos refugiemos en el vínculo con la pareja, y nos cueste ampliar nuestro mundo relacional. Puede ser también que tengamos amistades y el vínculo íntimo, de pareja, nos presente una dificultad mayor.
Podemos sentirnos mal adaptados/as y una vez reconocemos que nos sentimos solos/as, empezamos a encontrar las fórmulas para encontrar un mejor lugar y conexión con el mundo. Puede que nos cueste admitir que nos sentimos solos/as, porque en nuestra necesidad de defendernos preferimos pasarlo inadvertido, no reconocerlo. El sentimiento quedará protegido por otro tipo de emociones, conductas…hasta que nos decidamos a sacarlo a la luz, y podamos aliviar el peso de una soledad no reconocida.
Clark Moustakas, psicólogo, en su libro “Soledad” dice: “…la soledad es una condición de la vida humana, una experiencia del ser humano que permite al individuo sostener, extender y profundizar en su humanidad. Los esfuerzos para evitar o escapar de la experiencia existencial de soledad sólo pueden resultar en autoalienación. “
Reprimir los sentimientos nos lleva a la soledad. Pues si no somos capaces de expresar lo que llevamos dentro, nos desconectamos del mundo exterior. Aparece de nuevo la coraza y detrás la soledad.
Si nuestros sentimientos no son escuchados y reconocidos, nos sentiremos solas/os. Los niños y niñas se buscan entre sí y se necesitan porque sienten que tal vez sus pares podrán entender qué sienten. Cuando se relacionan con los adultos van con cuidado para no sentirse juzgados. Lo mismo nos pasa de adultos, cuando buscamos amistades donde puede que nos sintamos más libres que en las relaciones familiares, más cargadas de roles y caracteres que nos atan para dar sentido al sistema. Una vez podemos expresar nuestros sentimientos y ser aceptados/as, nos sentiremos acompañados/as, menos solos/as, y nos abriremos al mundo exterior.
La terapia sirve para hablar de la propia soledad y convertirla en una buena compañera. Aprender a estar solos/as nos hace el camino más ligero! Os comparto la canción de Soledad, de Jorge Drexler:
Soledad
Aquí están mis credenciales
Vengo llamando a tu puerta
Desde hace un tiempo
Creo que pasaremos juntos temporales
Propongo que tu y yo nos vayamos conociendo
Aquí estoy
Te traigo mis cicatrices
Palabras sobre papel pentagramado
No te fijes mucho en lo que dicen
Me encontrarás
En cada cosa que he callado
Ya pasó
Ya he dejado que se empañe
La ilusión de que vivir es indoloro
Que raro que seas tú
Quien me acompañe, soledad
A mi, que nunca supe bien
Cómo estar solo
Jorge Drexler