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LA PERSONALIDAD NARCISISTA

“Narciso era un joven de gran belleza al que todos admiraban. Sin embargo, él, lleno de vanidad y orgullo despreciaba y rechazaba a todos sus amantes, ya fueran hombres o mujeres. La ninfa Echo estaba perdidamente enamorada de él, y cuando Narciso la rechazó ella se consumió con su propio dolor hasta quedar transformada en una simple voz. Un joven al que Narciso había rechazado de la misma manera, suplicó a los dioses que Narciso se quisiera a sí mismo sin descanso. La diosa Némesis escuchó su súplica y ordenó que Narciso se detuviera a beber en una fuente en la cima del monte Helicon. Cuando vio su propia imagen reflejada en el agua, se enamoró al instante de ella, pero no podría abrazarla porque cada vez que lo intentaba su imagen se deshacía con un movimiento ondulante de las aguas. Incapaz de dejar de contemplarse, se quedó allí hasta que murió de hambre. Pero no fue su cuerpo el que permaneció, puesto que en su lugar apareció una flor”.

A partir de los escritos de Havelock Ellis, en 1898, el mito de Narciso expresa de forma metafórica el amor desmedido hacia uno mismo, las personas con un exceso de autoestima.

Las personalidades narcisistas poseen una imagen altamente idealizada de sí mismas y esa idealización se expresa de múltiples formas.

Bruce Stavens describe la personalidad narcisista como la hidra de nueve cabezas, y agrupa nueve formas de manifestación, en las que incluye también la personalidad dependiente, el amante especial, el poderoso, el cuerpo, el irascible, el estafador, el fantasioso, el mártir y el salvador.

Todos ellos comparten una visión de grandeza de sí mismos y tienen gran necesidad de aprobación. Sienten que merecen una gran admiración y les gusta ser el centro de atención y conversación. Tienen un déficit de empatía, y en la relación de pareja necesitan ser el centro de la vida de su pareja, niegan quiénes son, en concreto aquellos atributos que no responden a la imagen idealizada. Tienen fuertes sentimientos de envidia, muchas veces negados.

Se muestran arrogantes y se sienten ofendidos con frecuencia ante las opiniones de los demás respecto a ellos/as. Son personas manipuladoras, ya que tienen la percepción de que los demás están ahí para satisfacerlos y se sienten fuertemente heridos ante cualquier crítica. Se sienten especiales y tienen fantasías de éxito, poder, belleza, o encontrar el amor perfecto e ideal. Estas fantasías se desarrollan en cualquier aspecto de su vida, tanto en la privada (“soy una madre abnegada y entregada”, “nuestro amor es único y especial”, “soy una persona brillante”, “soy especial e incluso mejor que los demás”, y por tanto espero la admiración y rendición de mis hijos, pareja, empleados, compañeros/as, del mundo entero…).

Se muestran insensibles ante los sentimientos y necesidades de los demás, y únicamente los reconocen cuando la satisfacción de éstos afecta al mantenimiento de su imagen idealizada (“soy una persona fantástica porque te he ayudado”).

Cada vez más voces se levantan para alertar de que nuestra sociedad presenta cada vez más rasgos narcisistas, en la que nos creemos los dueños del universo, del planeta, de los demás, que son percibidos como objetos para satisfacer nuestros deseos sin límites.

En lugar de establecer una relación de interdependencia, establecemos una relación de explotación con nuestro entorno, incluidas las demás personas. La relación de autoexplotación con el propio cuerpo, la negación de la vejez, la incapacidad por esperar, la explotación de los recursos naturales, porque lo primero, incluso lo único que importa es el beneficio para uno mismo. Por eso, cada vez nos encontramos con más personas con rasgos patológicos de narcisismo.

Las personas con trastornos narcisistas generalmente llegan a terapia a partir de las dificultades en las relaciones interpersonales, que en ese momento no alimentan sus ansias de admiración, sino que representan una herida difícil de tolerar y en la que experimentan fuertes sentimientos de rabia. También pueden llegar porque otras personas de su familia les llevan a terapia, cansadas del trabajo constante de satisfacer sus deseos y contener o sufrir su ira.

La conexión con la realidad es el mejor cuidado para la personalidad narcisista. La realidad se empeña en mostrarnos los límites, la necesidad del otro, y en devolvernos, ya no una imagen, sino nuestra verdadera esencia. La práctica del pensamiento autorreflexivo es otra forma de tratar la patología narcisista, para poder observar y acoger todo lo que existe en nuestro ser. Combinar la necesidad de logros con la aceptación de la frustración y las desilusiones favorece la apertura de nuestro ser en su integridad.