El concepto de “enfermedad mental” no gusta a todo el mundo en el mundo de la psicología, hablamos de excepciones, dificultades, problemas o trastornos. De nuevo nos escudamos en la semántica, pero la idea de enfermedad sigue asociada a la psicoterapia y la salud mental con un agravante terrible: a diferencia de otras enfermedades convencionales, en nuestro ámbito la enfermedad es invisible.
¿Por qué invisible? ¿Invisible para todos?
- La sociedad no está educada para distinguir la enfermedad mental.
- No existen pruebas definitivas e irrefutables de sufrirla.
- Sus causas son muchas veces desconocidas.
- Las variables que influyen en ella son demasiadas y muy complejas para que quepan en nuestros esquemas simplificados del mundo.
De modo que si nos rompimos una pierna o nos diagnostican cáncer: aquí está el hueso roto, los análisis, el tumor… fácil de ver y aceptar por los que nos rodean, que no opondrán resistencia ante nuestro comportamiento anómalo e incluso todos ofrecerán ayuda adaptada al problema. “Bueno, si no puedes salir y tienes que hacer reposo ya vendré a visitarte y a charlar contigo.”
Y es que la mayor parte de la sociedad no está educada para VER las enfermedades psicológicas que nos rodean y aquí entra el segundo punto.
El estigma
La discriminación que sufren las personas con problemas psicológicos es de componente eminentemente social. Enseñamos a nuestros hijos a protegerse de las pulmonías y otras actividades de riesgo, hábitos alimenticios saludables, etc. pero no les explicamos nada sobre pautas de higiene mental: a distinguir sus emociones, qué hacer cuando se sienten ansiosos o deprimidos, cómo relacionarse con los demás de forma adecuada…
Por tanto, nos faltan las herramientas que un estilo de vida posmoderno considera poco útiles para el éxito. Y si dudáis, buscad en vuestra mente la imagen del hombre de éxito contemporáneo y no tardareis en encontrar la figura del psicópata capaz de suprimir cualquier distracción que le aparta de su objetivo.
Esta falta de comprensión/educación de los aspectos internos de nuestro ser, lleva a la exageración o caricaturización de la enfermedad mental: el loco, el que ve y siente cosas, que tiene impulsos asesinos, que no controla lo que dice o hace. El resto (todo lo que no es una completa ida de olla) deja de ser grave, no requiere ayuda ni un trato especial. Negamos su existencia y entonces se vuelve invisible.
1 de cada 4
¿Cómo es posible que sea invisible la enfermedad mental si la padece una de cada 4 personas a lo largo de sus vidas? Es paradójico, pero no deja de ser otro agravante. Todos tenemos altibajos emocionales, todos conocemos estos pequeños trastornos que en cierta medida hemos sufrido o vivido de cerca, y quizás es precisamente eso lo que nos lleva a banalizarlo: “Si yo me he sentido de forma parecida y lo he superado sin ayuda, los demás también deberían poder”.
Confundimos la empatía con simpatía y no tenemos en cuenta las variables personales de la otra persona, el grado e intensidad de su sufrimiento o habilidades para salir del agujero.
VER la enfermedad mental es posible y depende de nuestras ganas y esfuerzo por comprender a los demás aceptando su complejidad y optando por nuevos esquemas de éxito en los que la felicidad no dependa exclusivamente de lo externo y material.
Escrito por: Esteve Planadecursach
Psicólogo col. nº. 21.691