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EQUANIMIDAD Y MINDFULNESS

Si cierras los puños, solo obtendrás un puñado de arena;

sí abres las manos, toda la arena del desierto pasará a través de ellas.”

Dôgen Zenji”

La palabra ecuanimidad implica serenidad y justicia en todos los casos y para todos. También tiene que ver con el equilibrio, la calma, la cordura y el autocontrol.

Desde la perspectiva de Mindfulness es un estado mental, en el que no hay aferramiento o rechazo. En este estado mental no reaccionamos a un evento que se experimenta en el propio cuerpo.

El primer paso en la ecuanimidad es ser consciente de la experiencia

No se trata de evitar la experiencia, cuando la mente la juzga como «desagradable», ni de aferrarse a ella, cuando la mente la juzga como «agradable». Todo es transitorio y puedes observar los altibajos de pensamientos, emociones y estados de ánimo. Desde aquí, nuestra acción deja de guiarse por impulsos, intensidad emocional o pasión y se guía por un estado de tranquila observación de lo que está sucediendo.

Esta práctica es la que te permite experimentar la impermanencia, todo cambia en cada momento, cada respiración es diferente a la anterior, cada pensamiento o emoción pasa y se convierte en otro. En esta experiencia no hay ningún YO, solo etiquetas a las que se pega mi mente y que se convierten en fijaciones. Cualquier tipo de fijaciones no hacen más que marcar el campo limitado de nuestras ilusiones. Una mirada a nuestro pasado nos muestra claramente que, a lo largo de los años, hemos estado sujetos a cambios continuos: nuestro cuerpo físico está cambiando todo el tiempo, nuestras amistades y relaciones experimentan cambios de vez en cuando, nuestras aspiraciones y puntos de vista políticos o ideológicos, así como los de otros ámbitos de la vida social y cultural. En resumen, no podemos estar seguros de quién es realmente este «yo misma/o».

La ecuanimidad es la clave para liberarnos de la mente aferrada, dominada por el deseo; de la mente aversiva, dominada por el rechazo y la mente ilusoria, dominada por la confusión. Tal vez sea un día radiante, o haya un cielo de tormenta. Tal vez quieras la primera y rechaces la segunda, eso sería un ejemplo de aferramiento y aversión. La mente ilusoria es la que piensa que puede decidir el tiempo que hará.

La práctica equitativa consiste en fluir en cada momento con el cambio de vida.  No hay nada que conseguirno hay nada que desear o rechazar, sino experimentar lo que es en cada momento.

En la práctica del Mindfulness, la persona está abierta a la experiencia presente sin reaccionar, observa sin intervenir ni modificar lo que es. Sentada en la almohada, o en la silla, centra su atención en la respiración y deja de atender a pensamientos o emociones, que deja ir, sin rechazarlos y sin quedar atrapada por ellos, en un doble movimiento de aceptación y desidentificación.

La ecuanimidad propone un trato compasivo con todos

Cuando pensamos en las diferentes personas, generalmente siempre las miramos en relación con nosotros mismos, tenemos una opinión formada sobre ellas y las medimos con nuestros criterios.

La práctica de la ecuanimidad es un poderoso antídoto contra nuestras opiniones acostumbradas y fijas sobre nuestra gente y los demás.

Es armonía mental, es libertad de la mente, un estado de equilibrio interior que no se ve afectado por éxitos o fracasos, ganancias o pérdidas, honor o deshonra, alabanza o críticas, placer o dolor. No hay ego que hacer crecer o defender. No hay individualidad desde la que posicionarse. Con calma, observamos la vida en armonía, sin que «lo que dirán» conduzca nuestro patrón de comportamiento. Es mantener el equilibrio en medio de los cambios en la vida. No dejarse guiar por el placer o el dolor. La persona ecuánime no persigue neuróticamente las sombras, sino que acepta con valentía cualquier situación tal como viene Es como una sólida roca bien clavada en la tierra, que no se conmueve ante viento o tormenta.

Soledad Calle Fernández

Psicóloga General Sanitaria

Col. Núm. 13.541

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