ENTRE EL MUNDO Y YO UNA PANTALLA

¿Conoces el Síndrome de Stendhal? Según su creador es una enfermedad psicosomática que produce un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones, cuando una persona se expone a obras de arte particularmente bellas o expuestas en gran número en un mismo sitio. Fue el señor Stendhal quien lo sufrió y definió al visitar la ciudad de Florencia y así lo explicaba él, en el siglo XIX:

“Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme”.

El pasado viernes asistí a la Conferencia-Debate de Jorge Schvartzman: “Subjetividad y nuevas tecnologías. Bienestar y Malestar en la cultura digital” en Gradiva.

Jorge, médico, psiquiatra y psicoanalista explicaba cómo actualmente se habla del Síndrome de París, donde principalmente las personas japonesas a través de las pantallas de móviles y cámaras fotográficas se protegen de tanta belleza o de la desilusión dado que desde su país se crea una exagerada expectativa de la ciudad del amor.

Vivimos en una época de excesos donde hay muchas cosas que nos permiten la “satisfacción” sin espera, donde no hay tiempo para la postergación ni la búsqueda, tenemos muchas cosas casi gratuitas y sin movernos de casa, incluso en el caso de los encuentros amorosos. Todo esto hace que el deseo merme, porque lo que mantiene el deseo vivo, es la espera, el esfuerzo, la búsqueda…

Pensando en un objeto tan común como es el teléfono móvil explicaba Schvartzman que pronto lo tendremos incorporado en el propio cuerpo, en la piel o dentro de los ojos. Escalofriante, ¿no?

Actualmente existen rupturas amorosas que se dan a través de las redes digitales, Whatsapp o Facebook evidenciando la pobreza y el miedo a los lazos afectivos y su posible pérdida. Lo tecnológico pasa a ser una prótesis de los lazos afectivos y el móvil nos da una falsa sensación de protección y pertenencia.

En el móvil parece que lo tengamos todo, nos crea una ilusión de completitud: aplicaciones que nos abren a las ventanas de toda nuestra vida logística, la información, las personas… Viajando con el móvil no hay sitio para la ausencia ni la separación, estamos perdiendo la experiencia de la separación y el reencuentro al estar permanentemente conectados. Sin embargo, el contacto virtual no puede suplir la relación.

Otra reflexión interesante que abríamos en el debate era: la tecnología la ponemos a nuestro servicio, no es ella que nos cambia. Nos estamos volviendo diferentes, prima el interés por el propio negocio, en una cultura del entretenimiento donde no hay lugar para el aburrimiento, donde parece que todo debe ser mostrado, con una gran transparencia y donde las fotografías (Instagram, Facebook, etc.) deben ser mejores que la realidad. Donde el nuevo objeto debe ser mejor que el anterior y donde queremos un cerebro cercano a una máquina donde hacer desaparecer la angustia, la tristeza, los duelos, la subjetividad.

Schwartzman da una visión positiva y al mismo tiempo crítica de las tecnologías afirmando que son una maravilla y que la problemática aparece con relación al uso, al mal uso que hacemos. Miramos la pantalla del móvil una media de 150 veces al día, ¿por qué? ¿Por aburrimiento en las relaciones personales? ¿Por qué nos cuesta concentrarnos? ¿Por qué parece que el móvil nos da algo? Nos contactamos con el móvil de manera real y concreta, por un momento nos refugiamos en lo virtual, huyendo de la fragilidad y el narcisismo, individualismo propio y del mundo actual…

A los jóvenes, niños y niñas que han nacido con la cultura digital bajo el brazo, podemos acompañarlos a aprovechar las ventajas de las tecnologías y ayudarlos a ser críticos con ellas. Pues parece que para que algo sea real debe aparecer en Facebook donde además solemos mostrar todo lo bueno. Y la vida es de todos los colores y requiere de lazos afectivos reales.