Todos y todas tenemos heridas. Y muchas veces esperamos que los amigos, amigas, y sobre todo la pareja, en una relación más íntima, pueda curarlas. Y… ¡eso es tan difícil! Es necesario que seamos nosotros mismos quienes se conviertan en los protagonistas de deshacer dolores y heridas.
Marie Lise Labonté profundiza sobre el concepto de coraza en su libro: “Liberar las corazas” Editorial Luciérnaga, 2001. Las describe como las distintas capas de una cebolla. La coraza es una armadura, protección que vamos construyendo para defendernos de nuestras heridas. Con la paradoja que al protegernos hace que bloqueemos nuestra esencia y el corazón de nuestro cuerpo queda escondido dentro de capas y más capas de “seguridad”. También inhibe la expresión corporal del movimiento. Niños y niñas que nunca lloran porque creen que es malo han aprendido rápidamente a construir una buena capa de coraza. Por eso es necesario acoger las “pataletas” de los niños y ayudarles a canalizar el mensaje que tienen para dar, en lugar de reprimirlas.
Las corazas se construyen desde la vida intrauterina hasta los 35 años aproximadamente. Tienen distintas dimensiones: física, edad, emociones y creencias. En función del padre, la madre, el entorno y del niño/a se produce una herida fundamental en el amor y ésta crea una necesidad afectiva a cubrir:
Herida de amor | Necesidad afectiva |
Abandono | Seguridad |
Rechazo | Acogida |
No reconocimiento | Reconocimiento |
Maltrato | Benevolencia |
Humillación | Respeto |
Traición | Confianza |
Injusticia | Ecuanimidad |
En función de la herida que tengamos nos relacionaremos afectivamente con el mundo, los demás y con nosotros mismos/as de una determinada manera. Nadie nos puede dar lo que no nos dieron… debemos ser nosotros mismos/as que nos proporcionemos el bálsamo curativo que permite rebajar, reconocer las heridas (no es que podamos hacerlas desaparecer mágicamente).
Podemos imaginar el transcurso de nuestra vida como el movimiento que hace una espiral: momentos de evolución (donde estoy creativo/a, enérgico/a, altruista…), y de involución (donde las heridas se abren de nuevo). La propuesta es poder integrar los dos polos opuestos, crear un puente entre mi parte evolucionada y la involucionada, uniendo la parte femenina con la masculina, el hemisferio derecho e izquierda, el “ying y el yang”. En medio se encuentra lo que necesito para evolucionar. ¡¿Tienes ganas de descubrirlo?!