Mientras escribo este artículo, mi ciudad todavía intenta recuperarse de las consecuencias de la violencia policial contra civiles que ha desquiciado el país. Una violencia que se esparce por platós de televisión, grupos de whatsapp, muros de facebook, twitter, instagram… y también por las consultas de los psicólogos.
Evidentemente, todo lo que nos afecta en el ámbito social, también tiene su réplica a nivel personal y ésta no ha sido la excepción. No es la primera vez que me traen a la consulta preocupaciones derivadas de las noticias; recientemente una de mis pacientes más jóvenes se encontraba confrontándose con la idea de la muerte a raíz de los también recientes atentados terroristas que nos ha tocado vivir de cerca. Y es que, si tenemos que hacer caso a las noticias, vivimos tiempos convulsos: tiroteos masivos, atentados terroristas, la amenaza latente de una guerra nuclear, crisis económica, política, social… nadie es inmune a ese alud de noticias catastróficas, pero ¿cómo nos afectan?
Miedos – Ansiedad – Inseguridad – Pesimismo – Depresión:
Las aportaciones del doctor en psicología Graham Davey, especialista en los efectos psicológicos de la violencia en los medios de comunicación, revelan que la exposición a este tipo de violencia aumenta o contribuye al desarrollo de estrés, ansiedad, depresión e incluso cuadros clínicos más severos como el TEPT (Trastorno por Estrés Post-Traumático)
«Las noticias negativas pueden cambiar significativamente el estado de ánimo individual – especialmente si hay una tendencia por parte de los noticiarios de enfatizar el sufrimiento y los componentes emocionales de las historias que se relatan» declara Davey.
Y es que en el momento que recibimos las noticias e imágenes en nuestras televisores y teléfonos móviles, estas automáticamente pasan a formar parte de nuestro mundo. Y a diferencia de lo que ocurre con los contenidos violentos que nos encontramos en la ficción (películas o videojuegos), las emociones que se derivan de estas historias se perciben de forma más intimidante, real y cercana. En este momento, para muchas personas la idea de que haya un nuevo estallido violento, o de que las personas que deben protegernos nos agredan, se convierte automáticamente en una posibilidad factible.
Si para muchas personas ya suponía un reto enfrentarse a sus preocupaciones habituales, ahora hay que añadir todo lo que esta información les acaba de descubrir.
Polarización Emocional (Sensibilización y Desensibilización):
Estos eventos que han ocurrido en nuestras calles no afectan a todos por igual. Según este estudio de la universidad de Toronto sobre el impacto psicológico de presenciar imágenes de extrema violencia, esto puede causarnos procesos de sensibilización en los que nos volvamos más susceptibles al estrés emocional en torno a este tipo de hechos, imágenes y situaciones; o bien una desensibilización, que vendría a ser una anestesia o embotamiento emocional que provoca que el cerebro muestre una menor activación y respuesta frente a estos estímulos.
Dos mecanismos de respuesta completamente comprensibles frente a los peligros: o aprendemos a detectarlos rápido para poder huir y evitarlos, o nos acostumbramos a su presencia para poder confrontarlos sin impedimentos. Respuestas muy adaptativas en situaciones de riesgo, pero potencialmente patológicas fuera de allí.
Podemos concluir, pues, que los efectos de lo que estamos viviendo no son nada despreciables y que no sólo resultan en discusiones monotemáticas de sobremesa o recuerdos lejanos de una anécdota que ocurrió; sino que tienen un eco intrapersonal importante de lo que hay que ser conscientes de entender nuestro mundo interno y el de las personas que nos rodean.
Bibliografia:
- Anthony Feinstein, Blair Audet and Elizabeth Waknine. Witnessing extreme violence: a psychological study of journalists in the newsroom. J R Soc Med Op 2014
- Exposure, threat appraisal, and lost confidence as predictors of PTSD symptoms following September 11, 2001. Piotrkowski CS, Brannen SJ. Am J Orthopsychiatry. 2002 Oct
- Del bressol al cor. 17 x capgirar el 17. Observatori de Comunicació Educativa. Eva Bach, Montserrat Jiménez, 2017