Joan cree que no hace falta que le diga a su pareja que TE QUIERO porque ya lo sabe. María le ha gustado mucho cómo su profesora de historia ha explicado el módulo sobre la Primera Guerra Mundial; sin embargo, no se lo quiere decir para que no crea que le hace la pelota para subirle la nota. Jenny le ha dicho a su mejor amiga que es muy generosa y le ha contestado que debe graduarse la vista porque no ve demasiado bien. Víctor ha terminado la presentación de su proyecto y, como nadie le ha dado su opinión, no quiere pedirla porque considera que debería salir de ellos. Aunque estas situaciones son inventadas, están basadas en situaciones que ocurren cada día.
Este tipo de situaciones ponen de manifiesto la escasez de caricias que las personas dan y reciben en sus relaciones interpersonales
¿Por qué se da esa situación? Según Claude Steiner (1971), existen una serie de normas irracionales y prejuicios que impiden un libre intercambio de estímulos sociales constructivos que obliga a las personas a buscarlas de forma forzada, artificial y complicada. Sin embargo, estas normas son aceptadas por la mayoría de las culturas, grupos y organizaciones provocando daños que van desde la simple insatisfacción hasta infelicidad, depresiones, adicciones, alcoholismo, obesidad, trastornos psicosomáticos, etc. Esta serie de normas se agrupan con el nombre de leyes de economía de caricias.
¿Por qué existe esa economía de caricias? Steiner cree que los padres utilizan estas leyes como una forma de mantener controlados a sus hijos/as. Al enseñar que el suministro de caricias es bajo, los padres ganan la posición de monopolio.
Sabiendo que las caricias son esenciales, el niño aprende pronto a conseguirlas actuando de la forma que la madre o el padre lo pida
La normativa de la economía de caricias es la siguiente:
- No dar caricias cuando tienes para dar
- No pedirlas cuando las necesitas
- No aceptarlas aunque las necesites
- No rechazarlas cuando no las quieras
- No darse autocaricias
¿Qué podemos hacer frente a esta economía de caricias? Debemos tener presente que podemos dar una caricia siempre que queramos. No importa cuántas sean porque nunca se acaban. Cuando queramos una caricia, podemos pedirla libremente y cogerla cuando nos la ofrecen. Si no nos gusta la caricia que nos han ofrecido, podemos desecharla abiertamente. Y podemos gozar de la posibilidad de darnos caricias a nosotros mismos.