La preocupación aumenta cada vez que relacionamos el tema de las drogas con los más jóvenes. Los profesionales y profesores estamos alarmados por las edades en las que se inicia el consumo, los vecinos se apresuran a comentar escandalizados la situación cuando ven a un grupo de adolescentes fumando en el espacio público ¡En público! Y con todo este follón, los padres se plantean qué deben hacer cuando enganchan a su hijo con material sospechoso: ¿el castigo, lo riño o se lo compro yo para poder controlarlo?
El problema, por decirlo de algún modo, es que la adolescencia está desapareciendo tal y como la conocíamos. El paso de la infancia a la edad adulta es fugaz y no admite demasiado margen de maniobra. Y si para los jóvenes esto es rápido e intenso, imagínense por sus progenitores que de repente se encuentran a su niño/a considerándose un miembro de pleno derecho de la sociedad con todo lo que ello conlleva.
Viendo el estado de la cuestión pues y sacando al adolescente de la ecuación, la pregunta que me hago es la siguiente: entre el adulto y el niño, ¿quién es más propenso a drogarse?
Con el título del artículo ya intuyes cuál es mi opinión al respecto. Pero déjame explicarte por qué creo que es el niño.
- El niño descubre el mundo a través de la experimentación, es una etapa de aprendizajes donde todo es nuevo y excitante; un momento en el que debemos verlo para creerlo. Precisamente es así como comienzan los consumos (experimental>ocasional>habitual>abusivo>dependiente). Esto no significa que tenga que avanzar a otras etapas y desarrollar una dependencia, pero experimentar es lo que toca en esta edad.
- El niño es quien vive el presente sin preocuparse de lo que pueda pasar “¡lo quiero, y lo quiero ahora!” olvidando las consecuencias de sus acciones, y en el caso de las drogas esto se traduciría en no pensar en el rechazo social, desarrollar una dependencia, riesgos para la salud…
- Y, por último, el niño se rige por el principio de placer. O, en otras palabras: se lo quiere pasar bien y punto. Si algo le gusta, lo hará. Si tiene hambre, comerá. Si tiene mono, se drogará.
Esto explicaría algunos de los motivos por los que nos encontramos con una edad cada vez menor en el inicio de consumos, pero también sirve para explicar los demás consumos: Los adultos que se drogan son aquellos que se dejan llevar por la parte más infantil de su “Yo”.
Por eso la única manera de prevenir y solucionar de verdad estas situaciones es madurar. Es necesario que uno mismo se responsabilice de sus conductas, el consumo y la abstinencia entre ellas, desde una perspectiva adulta que tenga en cuenta las consecuencias, los deberes y los valores.
Escrito por: Esteve Planadecursach
Psicólogo col. nº. 21.691