En la jornada “Pensar en la maternidad” organizada el pasado noviembre por la Fundación Víctor Grífols y Lucas, escuché a varias mujeres hablando de la complejidad de la maternidad en el momento actual, bien alejada de la idealización.
Me emocionó escuchar a una de las ponentes, Eva Gispert (fundadora del Instituto Familia y Adopción), leyendo una carta a su madre leída desde el corazón. Yo tomé las siguientes anotaciones: Sólo sé que no sé nada. El no cuidarnos como madres, nos juega malas pasadas. Nos preguntamos si nuestra angustia la sentirá nuestro hijo o hija. Si nuestros miedos también serán suyos. Nos causa dolor cuando hijos e hijas no aceptan nuestra ayuda. La tristeza y el vacío que puedo sentir pasa, lo sostengo como puedo, confío en la vida misma. Me rehago a través de los vínculos y personas amorosas. Sentimos culpa por nuestra disponibilidad, por el miedo a equivocarnos, y está bien poder decirle a nuestros hijos e hijas que nosotros también tenemos miedo.
Sobre la mesa se ponía un tema contrastado por el público: la soledad en la crianza. Carolina del Olmo hablaba de su libro: ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individual. Cuenta que vivimos de espaldas a la maternidad, cortando con nuestra vida laboral y de ocio cuando nos convertimos en madres. Han desaparecido las cuidadoras constantes junto a la madre (abuelas, tías, vecinas…), existe una ausencia de contexto y el cuidado se convierte también en una carga. Y remarca que quien educa a los niños es el grupo de iguales, por eso también es tan importante encontrar grupos de referencia y crianza por madres, padres e hijos/as. Si antes estos grupos eran naturales, ahora en su mayoría se crean grupos artificiales de crianza en centros de salud. En el debate nos planteábamos cómo nos gustaría recuperar la crianza con tribu.
La psicóloga Maria Dolors Renau comentaba que un hijo, una hija supone una carga emocional e histórica. La maternidad afecta a la vida íntima, personal, laboral ya las grandes decisiones políticas. La maternidad es una apertura al otro, contrario al predominante mundo económico actual que supone un encierro. El posparto supone una conmoción psicológica y física y la ayuda que necesita la mujer no es una cuestión fácil. Contrasta además con la idealización que se hace de los bebés, como una maravilla, una joya viviente con un mercado siempre listo para vender todos de productos para engalanarlos.
Si queremos volver a construir un modelo de maternidad y paternidad más sano, donde haya más sitio para el apoyo y la palabra, es necesario mover políticas sociales y económicas más allá de las pequeñas acciones que vamos haciendo cada familia en particular.