14 BENEFICIOS DE LA PRÁCTICA DE MINDFULNESS

Desarrollar visión

Descubrimientos recientes muestran cómo el cuidado consciente se relaciona con la integración de información de varias regiones cerebrales, incluidos ambos hemisferios, lo que permite la integración de modalidades de procesamiento paralelas de información. También hay evidencia de que el nivel de transferencia de información entre las regiones del cerebro, y entre los hemisferios, apunta a un cierto nivel de eficiencia en el procesamiento de la información. El nivel de transferencia de información también puede tener efectos moduladores sobre la capacidad de atención que está estrechamente ligada a la respuesta emocional y a la respuesta autónoma derivada de un estímulo.

Los resultados mostraron que el nivel de transferencia de información, medido a través de la medición de EDA (Bilaterla electrodermal activity), permitirían diferenciar entre diferentes estados de atención (meditación, descanso, tarea Stroop, memorización) y que los niveles más altos de transferencia de información se han encontrado en el procesamiento de la atención en estado de meditación, lo que indica un mayor nivel de conectividad entre el hemisferio izquierdo y derecho del cerebro.

Esta mayor conectividad entre los hemisferios cerebrales permite una visión más clara. Con ella podemos ejercitarnos en la visualización, es decir, en imaginarnos ejecutando determinada acción.

El desarrollo de la visión se puede utilizar en numerosos campos, desde la visión de nosotros/as mismos/as, nuestro trabajo, nuestras relaciones y nuestras acciones.

¿Qué visión quieres desarrollar? Centra el foco de tu atención y desarrolla una visualización en el área elegida.

Practica esta visualización.

Entrenar la mente

Gracias a las investigaciones realizadas, se descubre que la práctica del mindfulness tiene numerosos beneficios: mejora la salud física, mental y emocional.

Físicamente, reduce el cortisol y la presión arterial y aumenta el sistema inmunológico; cognitivamente, la rumiación disminuye (lo que conocemos como «comerse la cabeza») y aumenta la capacidad de atención; emocionalmente, reduce la reactividad emocional y mejora la resiliencia o la capacidad de recuperación.

La práctica habitual del mindfulness facilita la capacidad de manejar emocionalmente situaciones complicadas y cambia la forma en la que nos vemos a nosotros mismos.

El entrenamiento de mindfulness genera un impacto notable en el sistema límbico, el centro de las emociones cerebrales. En concreto, reduce la actividad en la amígdala, la región del cerebro que determina el estrés que experimentamos, y esto es esencial para modular nuestras respuestas al miedo. Por ejemplo, las personas con una amígdala muy activa son más tendientes a la depresión y a la ansiedad.

El estudio ‘Stress reduction correlates with structural charges in the amygdala’ muestra cómo, después de ocho semanas de meditación mindfulness, los participantes del estudio vieron reducido el núcleo basolateral derecho de la amígdala, relacionado con los estados de ira. Su reducción se asoció con la percepción de menores niveles de estrés por parte de los sujetos.

Por otro lado, aumenta el funcionamiento de la corteza prefrontal. En concreto, aumenta el funcionamiento en la corteza cingulada anterior, una parte del cerebro conectada a la corteza prefrontal relacionada con la empatía y la toma de decisiones. Gracias a esto, los sujetos del estudio mostraron mayor estabilidad emocional y menos reactividad (nuestra respuesta emocional involuntaria a una situación).

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