Continuando con los beneficios o consecuencias de la práctica del Mindfulness en nuestras vidas, uno de las más sorprendentes es la desidentificación con nuestras ideas sobre nosotros mism@s. A este beneficio nos gusta llamarlo:
Desengancharse del «yo»
Después de buscar durante más de un siglo, los investigadores del cerebro hace mucho tiempo han llegado a la conclusión de que no hay ningún lugar concebible donde se pueda localizar al yo, y que simplemente no existe.
Revista Time, 2002
Te propongo que examines tus ideas, sentimientos, creencias sobre ti. ¿Quién eres? ¿Eres las sensaciones de tu cuerpo? ¿Eres tus sentimientos? ¿Eres tus emociones? ¿Eres tus pensamientos? ¿Tus juicios y valoraciones? ¿Qué historias te cuentas sobre ti?
Todas estas experiencias son cambiantes, son estados temporales de nuestra percepción. Nuestro «yo» es una ficción, en el sentido más literario del término, construimos un guion, una historia, quizás el problema es que creemos que esto es la “verdad”. Mientras que cuando vemos una película, leemos una novela, o vamos al teatro sabemos que esto no es más que una representación, nuestras historias las confundimos con algo perdurable y estable. El yo es como el hielo, se solidifica, pero el hielo es solo agua. El yo es como las nubes del cielo, pasajeras, que se evaporan. ¿O tal vez siempre piensas lo mismo, sientes lo mismo, te emocionas de la misma manera o actúas igual? Las creencias sobre ti se solidifican para que te identifiques con ellas.
Si observas tu historia, tu evolución, podrás detectar situaciones en las que eras de una manera, que han cambiado. Un claro ejemplo es cuando superamos algunos de nuestros miedos, los más fóbicos o evitables, esos miedos que nos llevan a creer que «no voy a poder hacerlo, soy un cobarde» y un día lo haces y aunque el miedo persiste, cada vez te lo crees menos.
Desidentificarnos con el yo no es negar nuestra singularidad y esencia, sino descubrir que nuestra personalidad no es algo tan definitivo ni rígido.
Otra confusión en la identificación con el «yo» es asimilar a los roles o papeles que llevamos a cabo: «hijos», madre, padre, trabajador, estudiante, miembro de un determinado grupo, asociación, territorio, clase social, profesión y un largo etcétera.
Otra ventaja de la práctica de la Atención Completa es:
Desarrollo del equilibrio y la libertad
Algunas personas esperan que las prácticas meditativas les den calma y paz. Cuando empiezan, observan que esto no ocurre, sino que lo que ocurre es que a los breves segundo nuestra mente está divagando, nuestra mente no para de hacer planes, estamos agitados/das, o aburridos/das, o directamente nos quedamos dormidos/das. O recordamos una discusión con alguien, y estamos enfadados/das. Lo que puede suceder es que nos demos cuenta de toda esta agitación mental y centremos nuestra atención de nuevo en nuestra respiración o cualquier otra cosa que hayamos elegido deliberadamente.
Esta práctica sostenida nos hace observar con más perspectiva nuestros juicios, comentarios, expectativas y críticas, sin reaccionar ante ello.
El proceso que se desarrolla podría sintetizarse de la siguiente manera:
- Reconozco mi estado mental
- No lucho contra él, ni me aferro a él, lo acepto
- Observo cómo es mi cuerpo, qué emociones, qué pensamientos hay en este momento
- No me identifico con él
Te propongo que establezcas un espacio de atención plena diaria, elige el momento, el lugar, el tiempo que le dedicarás. Puedes comenzar con 10 minutos, sentándote en una almohada o en una silla con el cuerpo recto, apoyándote en las plantas del pie firmemente, las manos descansan relajadas, la espalda derecha. Y en este tiempo concéntrese en tu respiración, cada vez que tu mente divague, vuelve a ella una y otra vez, las veces necesarias. A partir de esta atención, da la bienvenida a las otras experiencias que surjan, centrándote en la respiración delante de tu cambiante vida.